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  • Foto del escritorJuliana Galvan

DESAPRENDIENDO EL AMOR

No se demasiado sobre el amor. Me limito a sentirlo. No intento comprenderlo porque se me escapa. Todos amamos diferente. Todos somos diferentes. En el amor está la unión. El amor nos iguala.

"Después de un tiempo uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar el alma" Jorge Luis Borges, Y uno aprende

Esta mañana me despertaron sus susurros. Se los escucha en el día a día. En diferentes partes de la casa. Son conversaciones, de eso estoy segura. También me doy cuenta de que no hay feedback. Es como una entrevista. Ella responde a preguntas.

No me animo a preguntar con quién habla. Me gustaría saber si es siempre la misma persona, si hay más de una o si van cambiando. Cuando me siente cerca se queda en silencio. Asumo que un poco le avergüenza. Ella sabe que yo sé y que no la juzgo. Sin embargo, hay una etiqueta social para las personas que no contienen sus palabras. En principio me propuse a investigar psicológicamente. Pensé en leer sobre el tema para entenderlo mejor. Luego, como casi siempre, empecé a hacerme las preguntas a mí misma. Llegué a algunas conclusiones que van a irse desnudando en esta página.

Estaba en mi habitación haciendo la cama. Todavía no había desayunado. Lo escuché entrar a la casa. Ella lo llamó desde la habitación que comparten. Él se metió directamente al baño. Continuaban los susurros. Cuando salió del baño lo volvio a llamar. Escuché sus pasos acercandose. Se pelearon por un par de medias. No se exactamente qué había pasado con las medias. Si las dejó donde no iban o si estaban sucias. Vaya uno a saber. El tema es que él se fué despotricando hacia la cocina. Ella siguió susurrando. Esto pasó en exactamente tres minutos. Generalmente le da la espalda y se va. Ella va tras él intentando explicar su reclamo. Ni siquiera la mira. Dice que está harto de escucharla. Escuchar ¿Qué es escuchar? En esta casa me cuestione ser escuchada. Muchas veces las respuestas a mis preguntas no correspondían al mismo tema de conversación. Tantas otras eran mal interpretadas. Yo misma hice oidos sordos a palabras necias. Aprendí del silencio entre la bulla. Entendí cuan importante es proteger nuestra energia. Energia que se estanca cuando no hay una comunicación real. Sentir que la otra persona esta metida en su mundo de ideas. Entender que ni siquiera es a propósito. La necesidad de largar los pensamientos. Pensamientos que los comen en su propia mente. Pensamientos que necesitan verbalizar. Sin filtro. Vomitandolos. Como si les provocaran malestar interior. Deponsitandolos en alguien más. Aliviando su dolor.

Llevan una vida juntos. Es irónico que dos personas que prácticamente se construyeron juntos no se entiendan entre si. Si lo pensas racionalmente deberían hablar el mismo idioma. Deberían completarse las frases. Deberían saber lo que la otra persona necesita, de solo mirarse. Para hablar el mismo idioma debe haber conversación. De nada sirve entender las palabras si no se busca entender a la persona que las emite. Inclusive las personas sordo-mudas dan una devolución a la expresión de quien les habla. Muchas veces aún más consciente porque deben usar otro de sus sentidos para el entendimiento. La vista. La expresión corporal que no falla. Mirar a los ojos. Prestar atención a lo que transmite el cuerpo. Que no miente o al menos es más difícil de disfrazar.

Un día le preste a ella uno de mis libros. 'Solas aún acompañadas' de María Florencia Freijo. Me lo regaló una amiga advirtiéndome que no era nada nuevo, pero me serviría para el viaje. No se equivocó, me sirvió. La novedad es relativa. Para nuestra generación hay conceptos desarmados. Para una persona casi cuarenta años mayor hay vivencias que no pueden definir con palabras. Al principio dudé si prestárselo. No quería que se encuentre identificada y eso le cause dolor. Entendía que había sufrido suficiente en su vida. Pero luego me pregunté: ¿No sufrir es vivir con una venda en los ojos? Al final no lo leyó o quizás algunas páginas. Creo que cada uno sostiene sus vendas. Sobre todo, cuando no hay un corazón que logre resistir la realidad. También pensé que ella probablemente aceptó las reglas del juego. Consciente de lo que sacrificó en su vida para sostener a alguien más. Sacrificio invisibilizado. Su vida a disposición.

Al principio de cada oración suele decir 'escuchame'. Suena como un reclamo, una exigencia. Aunque estes prestando completa atención. Mirandola a los ojos. No se siente escuchada. Se siente sola. Habla sola. Se pelea en soledad. Se arregla en soledad. Tiene tanto que decir que no es capaz de escuchar. Está atrapada en sus pensamientos. No puede salir de ellos. Repite una y otra vez sus discursos. No escucha, no cambia de opinión. No le entran las balas diría mi vieja. En una guerra interna no hay balas. En una casa sorda no hay palabras.


Mi intención en estas líneas no es encontrar culpables. Esta historia se repite una y otra vez. En diversas parejas. Hay una serie de sucesos que logran encerrar a una persona. Encerrarla en su mente. Encadenarla a los quehaceres. Invisibilizar su esfuerzo. Inclusive exigir. Más de una vez he escuchado críticas. Por la comida. Por la ropa sin lavar. Por la casa sucia. Todo el peso de un hogar sobre una sola persona. La forma más cruel de encerrar a alguien es cuando ésta se cree libre. Te das cuenta que es ficticio porque debe rendir cuentas a alguien más.

Considero menester (para ser libres en un mundo de cadenas) que sea a nuestra consciencia a quien cuestionemos. Pero con cierta limitación porque podemos volvernos esclavos de nosotros mismo. Hay cierta dominación que deberíamos infringir a nuestra mente. Dominar nuestros pensamientos. Sobre todo, a los condicionantes. Sobre todo, a los que nos exigen ser algo que no somos. Esos que están demasiado ligados a un futuro o pasado muy lejanos. Hay un margen de fantasía en estos pensamientos. Debido a que nadie es capaz de controlar el pasado ni el futuro. Debido a que nuestra mente es capaz de crear. Si dejamos que nuestras ideas creativas nos engañen viviremos presos de nuestro propio calvario. El psicólogo Mario García diría "la mente "bombea" pensamientos igual que el corazón bombea sangre. Nadie controla a voluntad todos los pensamientos que aparecen en su mente". Invitándonos a no intentar controlar todo lo que pensamos.


Estar en una relación de pareja nos exige limitar nuestra libertad. Al menos así lo pienso. Hay un margen de empatía que no debe ser traspasado. El amor es pensar en el otro antes que en nosotros mismos. Pero no como prioridad. Sino mutando de piel. Poder entender el dolor de quienes amamos. Comprender sus necesidades y deseos. Inclusive aceptar sin comprenderlos. Siempre con reciprocidad. Desear lo bueno para las personas que nos rodean sin sobreponer este deseo sobre el propio. Mientras sea un deseo genuino y no un mero capricho. Cada uno juzgara sobre su propio autoconocimiento cuándo se da uno u el otro. Me pregunto ¿cómo diferenciarse cuando construiste tu vida y personalidad con alguien más? Esa persona en algún punto te define. Esta definición limita nuestra libertad. Aquí hay un punto de inflexión a la crítica de la monogamia. Esta idea propone vivir toda una vida en condición sexoafectiva exclusivamente con la misma persona. Cargar todo el deseo sexual de una persona únicamente en otra me parece una exigencia agobiante. Para ambas. Sin embargo, creo aún más limitante cargar lo afectivo. Lucho contra mi propio ego cada día repensando esta idea. La exclusividad sexual no es tan difícil de negociar como la afectiva. Al menos para mí. Sin embargo, no es real que nuestro amor está limitado a una sola persona. Podemos elegir la monogamia en cuestiones de pareja. Aun así, vamos a sentir amor por otras personas. Entiendo que como amamos a más de un amigo también podemos amar a más de una pareja sexual. También amamos a nuestros familiares. Muchas veces nos es imposible jerarquizar a quien más y a quien menos. En nuestra complejidad está nuestra abundancia. Abundancia de dar y recibir amor.

"El futuro es poliamoroso", me repite una amiga. Es inevitable no cuestionar la monogamia cuando la mayoría de las parejas se separan por celos, infidelidad y/o mentiras. No podemos tapar nuestro deseo. Consciente o inconscientemente nos sentimos atraídos sexualmente hacia otras personas. Estando en pareja o no. Esto no significa que no podemos acordar no escuchar nuestro deseo. Somos seres racionales y podemos ponernos límites. Sin embargo, el deseo está latente.

Lo que más exigimos a nuestros vínculos es sinceridad. Una infinidad de veces mentimos por miedo a lastimar. Como si la mentira no fuera violencia. Cuidamos a nuestras parejas negándoles en la cara que nos calienta ese compañero de trabajo que ellos ya saben que nos calienta. Creemos que los protegemos. Aunque es otra ilusión. No controlamos nuestro deseo. Podemos controlar qué hacemos con ese deseo. Las opciones son claras. Podemos hacerle caso o ignorarlo.

Nunca me faltó un ombligo.

Todas mis relaciones de pareja fueron monógamas. Un cambio radical en mi comportamiento sucedía cuando me comprometía con alguien. No voy a ser hipócrita, siempre me calentaba alguien más. Pero tenía tan arraigada la idea de ser "leal" que me era imposible acostarme con otras personas. Descubrí que mi existencia era una contradicción. En mi faceta más sociable disfrutaba de la compañía sexual y afectiva de una o varias personas. Me reía con mis amigas porque uno me dejaba en la casa del otro. Ustedes podrán juzgarlo de promiscuidad, pero quien no lo hizo a sus 20's lo hará en algún momento. El solo hecho de estar en pareja hacía desaparecer toda esa intensidad sexual. ¿Era real o era mi mente ignorando todo deseo sexual por fuera de mi pareja? Pasaron varios años hasta que pude responder esa pregunta. Tantos que mis hormonas se calmaron y ya ni siquiera estoy interesada en sostener varios vínculos. Creo que ese desinterés y el replantearme nuevas formas de sexualidad me hicieron alejarme de la seducción desmedida. Siempre pienso si realmente la persona que tengo en frente es alguien con una energía que quiero en mi cuerpo. Las personas con las que nos relacionamos sexualmente se llevan parte de nuestra energía, y nosotros parte de la de ellos. Leí que cargamos con esa energía durante siete años. Haber entendido esto transformo mi experiencia. Es que no solo lo entendí, sino que mirando para atrás lo pude sentir. Pude darme cuenta como mi cuerpo cargaba energía que no me correspondía. Sintiéndome pesada, cansada, desganada. No es lo que hoy quiero. Sin embargo, tampoco voy a ignorar la conexión con otra persona solo por estar en pareja. Tomé la decisión de vivir esta vida con la intensidad que me proponga. No voy a negociar con mi deseo.

A pesar de que sea una persona digna de admirar, nadie merece ser idealizado.

.Concentrarnos en la idea de perfección destruye a quien tenemos en frente. Sucede con los padres hacia sus hijos. Yo no tengo hijos, pero he sabido maternar a mis parejas. Estar pendiente de la evolución del otro al punto de desdibujarme. En su momento asumí que fué una cuestion de inmadurez. Ahora puedo observar repetidamente este comportamiento en las mujeres de mi vida. Entiendo que el rol femenino en la sociedad nos pone en ese lugar. El lugar de cuidadoras, de asistentes, de "madres". Los hombres en la misma inconsciencia se acomodan en esos espacios. Es fácil sentirse a gusto cuando otra persona deja todo por tu bienestar. Se vuelve difícil estar solo. Luego, tienen que luchar contra sí mismos o reemplazar mujeres cuidadoras infinitamente.



El problema es que en algún momento la burbuja de la idealización estalla en tu cara. La realidad. Encontras una persona de carne y hueso. Imperfecta como todos nosotros. Empezás a entender que cada persona tiene su propio proceso de crecimiento. Todos vinimos a aprender cosas diferentes a esta vida. Todos tenemos nuestros tiempo y formas de aprendizaje. Los mismos son tan diversos como personas hay en el mundo. No importa cuanto lo intentes. Nadie que no pida ayuda puede ser ayudado. Sin embargo, es el amor el que florece. Tenemos la posibilidad de ser primavera para una flor que sobreviene del invierno. Podemos dar calor, contención y respeto. Ver abrir los pétalos de alguien más. Aprender de su aprendizaje. Celebrar con todo nuestro corazón su alegría de vivir. Podemos ser parte del proceso más expansivo de un alma. No podemos forzar a que suceda. No es nuestra responsabilidad. Así lo fuera tampoco podríamos lograrlo por nosotros mismos. Solo somos capaces de acompañar. Creo que esa es clave del más profundo amor. Ser en compañía.


El amor nunca termina.

"Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro, será de otro, como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero talvez la quiero. Es tan corto el amor y tan largo el olvido" Pablo Neruda.

La sensación de pertenecer no tiene que ver con la posesión. El amor no posee, pero contiene. Somos capaces de sentirnos parte de un clan, de una manada, de una pareja. Con un beso, con una muestra de afecto, con una palabra de aliento. Esto no debe desdibujar nuestra individualidad. Debe expandirla. Es donde permitimos al otro simplemente ser. Con nosotros a su lado. Abrazando sus cambios. Respetando sus espacios. Dando lugar a que la magia suceda. Aún a la distancia. Aún sin contacto. Creo que el amor no se olvida porque es un camino. Es un aprendizaje continuo. Es difícil de aprender al principio. Es un camino sin final. Por eso el olvido es utópico. Aprendemos a amar desaprendiendo viejos patrones. Para hacerlo de una mejor manera, cada vez, debemos recordar. Debemos saber dónde encontramos amor y donde dependencia. Debemos reconocer si entregamos nuestro tiempo o tapamos nuestro vacío. Debemos ser consientes si lo que buscamos es amor o si tememos a la soledad. Nosotros tenemos la posibilidad de recordar con dolor o de perdonar. Es donde muchas personas se confunden. El dolor es inevitable pero padecer es optativo. Todos tienen algo que enseñarnos. Si lo vemos de esa forma no hay historias con un final. Hay simplemente historias. Historias que merecen ser contadas. En cada una de ellas un aprendizaje. Ojalá una evolución. De nuestra alma, nuestro ser, nuestra construcción de felicidad. Recordar un amor con el alma entristecida es parte de nuestro ego. Es nuestra mente diciendo que no somos capaces de contruir el amor que merecemos. Todos somos merecedores de amor. Debemos tener la valentía para permitirnos sentir. Con un otro o con nosotros mismos.


"En la soledad del atardecer golpea tu sonrisa", Pablo Neruda.

En mi proceso de aprendizaje descubrí que no hay amor más profundo que el que soy capaz de darme a mí misma. El sentido está en que no hay nadie más que sea para siempre. Aunque somos finitos nuestra compañía va a ser durante toda nuestra existencia. Debemos prestar mucha atención al amor que nos damos. Solo así sabremos cuánto amor podemos dar a los demás. Nadie puede dar a otro lo que no siente por sí mismo.

Me sentí crecer. Lejos de quienes pensé que me acompañarían una vida. Fue una elección. Siempre pude apoyarme en el amor. Era mi alma la que debía estar sola. Traer viejos dolores para hacerles preguntas incómodas. Entender que no hay otra forma de liberarnos del rencor. Saber que es nuestra elección como nos sentimos ante el desamor. No podemos obligar a nadie a que nos ame. Ni siquiera podemos obligarnos a amarnos a nosotros mismos. Solo podemos tomar noción de nuestras acciones. El pasado quedará intacto. Es nuestro presente lo único que podemos "cambiar". Tomar acción. Irnos convirtiendo en una persona que queramos amar. Para elegirnos cada día desde la aceptación y autocompasión. Donde abracemos nuestras sombras. Sabiendo que están ahí porque no hay luz sin oscuridad. Luz con la que iluminamos nuestras propias quemaduras.


El amor se marca a fuego o no era amor. Observar a quienes amamos con sensación de infinidad. Con la misma aceptación y compasión que a nosotros mismos. Con respecto hacia su existir. Solo asi podemos ponernos en su lugar. Traspazar como una lanza. Mirando con el corazón que ahora tenemos en nuestra mano. Porque un corazón encerrado se marchita. Porque un corazón solo sabe de libertades.


"Y la medida de mi amor viajero es no verte y amarte como un ciego", Pablo Neruda.

¿Que nos pasa con la soledad? Escribo esto un domingo al mediodía. Estuve un rato hablando con una amiga por teléfono. Sin embargo, luego de mirar redes sociales, me descubrí pensando en que este día nadie me escribió. Buscar un problema en esta situación es malicioso. Es absurdo pensar que mis seres queridos me aprecian menos por estar a diez mil kilómetros de distancia. No puedo evitarlo. No controlo mis pensamientos. Elijo no engancharme a esta idea. La entiendo como parte de mi ego. Está claro que muchas veces soy yo la que no escribe, inclusive la que no contesta. Entiendo que no por eso los quiero menos. La responsabilidad debería ser mía por haber decidido viajar. Fue mi elección estar donde estoy. Una que me agradezco cada día. Porque la realidad está lejos de ser dolorosa.

El problema aparece cuando no logro conectar conmigo misma. No existe mejor compañía. Cuando estoy conmigo no necesito de nadie más. Es un placer infinito. Sin embargo, vivimos en sociedad. En una sociedad que nos reprocha nuestro espacio personal. Una sociedad que no concibe la idea de estar solo. Un mundo creado para estar en par. Sin más, hoy es el día de los enamorados. Esto se traduce en parejas haciendo planes juntos o dandose regalos. ¿En que lugar quedamos las personas solitarias? Pareciera que solo podemos estar enamorados de nuestra pareja. Da la sensación de incomplitud. Estuve en relaciones de pareja donde me sentí mutilada. Pero tenía con quien gastar este dia. Digo gastar porque en general no mostramos en redes sociales el profundo dolor que nos causa esperar que alguien nos complete. Duele en nuestra autoestima.

Estamos todos en esa. Crecimos con estas ideas. Destruirlas es el final de un camino duro, largo y quizás interminable. No hay motivo para sentirnos incompletos. No estamos en este mundo para complacer a nadie, mucho menos para completar a alguien más. Tampoco para empobrecer nuestros corazones y bolsillos con ideas capitalistas. Hemos de entender que enamorados podemos estar aún estando en soledad. Es de hecho el amor lo que mueve el mundo. Es el amor por quienes no conocemos pero miramos con empatía. El amor por la naturaleza que nos regala presencia. El amor por los alimentos que nos dan energia. El amor por la música que nos transporta y emociona. El amor por la vida misma.


Autocompasión.

No estoy ni ahí con la idea del amor propio. No me malentiendan. Sin embargo, amar mi propia compañía me dio la valentía para ir tras mis sueños. Para ser la protagonista de mi vida. Sin estar cubriendo vacíos. Sin reducirme a ser un placebo para la vida de amantes, familiares y amigos. Sin darme un papel secundario en la película de mi vida.

Fue la compasión lo que me permitió reencontrarme en mi misma. El tiempo me ayudo a curar esas heridas pero no hubiese sido posible sin palabras compasivas. Encontrar a mi mente divagando en ideas que no me pertenecian era moneda corriente. Lograr dejar pasar esos pensamientos una salvación.

El amor se convirtió en deseo. Presencia en aceptación. Pude vivir mi propia vida cuando no necesité de nadie más. Me descubrí teniendo conexiones más profundas con quienes me rodeaban. También con personas que me acompañan desde hace mucho tiempo. Solo cuando pude estar conmigo misma pude realmente estar con los demás. Lo real es conectar. Es escuchar. Es mirar con amor a fin de entender, o aceptar cuando entender no esté disponible para mí. Es darle el lugar a los demás a sentirse acompañados. Solo podemos dar lo que tenemos para darnos a nosotros mismos. Decidí vivir mi propia vida en conexión con los demás. Lejos pero cerca. Tan cerca que a veces me siento tocarlos. Tan cerca que sin ver un cuerpo puedo ver un alma. Tan conectados en nuestra individualidad. Permitiéndome ser y dejando que los demás simplemente sean. Es ahí donde está el amor. En la aceptación, del otro y de uno mismo.

No digo que todo esto sea fácil. Las relaciones humanas son tan complejas como cada ser humano en este mundo. Es un camino sin final. Un camino al que volver cuándo nos invade nuestro ego. Un camino de altibajos, pero lleno de luz. No importa cuantas veces nos encontremos juzgando a quienes amamos. Siempre podemos ver que nos estamos reflejando. No hay nada que nos guste del otro que nosotros no tengamos. Siempre podemos cambiar eso que no nos gusta del otro que tenemos en nosotros mismos. Solo si nos permitimos reflejarnos en los demás. Quienes nos rodean son el amor que tenemos para dar. Son nuestro mayor autoconocimiento.


"Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores", Jorge Luis Borges.

Disfrutar del tiempo a solas. A veces un placer, otras una tortura. El hecho de elegir estar solo no es siempre feliz. Mucho menos si tampoco podes abrazar a tu familia u amigos. Creo que lo duro es la falta de contacto físico. Es una contradicción. Otra. Por un lado, nos volvemos "más exquisitos" a la hora de elegir con quien acostarnos. Por el otro, nos reconocemos cada vez más vulnerables y eso nos da necesidad de afecto. Creo que lo más duro es no tocar otra piel.

Hoy me desperté un tanto desganada. Estoy pensando que la distancia está siendo difícil de sostener. No me pasa solo con mis amantes sino también con mis amigos. La diferencia horaria lo complica todo. Estoy a siete horas, pero pronto voy a estar a varias más. Hay personas con las que me resulta más fácil sentirme cerca con un mensaje o una llamada. Con otras no. Entiendo que es porque estas últimas tienen una forma de demostrar afecto desde la acción. Supuestamente la más linda y esperada. Cuando estas cerca. Para mí es complejo. Una persona que tenes a diez mil kilómetros de distancia duele cuando no puede demostrar interés con palabras. Aun sabiendo que su demostración de afecto pasa por otro lado. Dolería menos si no estaría necesitando contacto. Intento convencerme de que la necesidad es un invento mío. No es real. Como necesitar no necesito más que de mí misma. Sin embargo, deseo. Pensar en lo que deseamos tiene dos caras. Un impulso increíble a cumplir tus sueños o un ancla al "deber ser" que te inmoviliza. En este caso desearía que mi amor esté acá. Desearía que me abrace, me toque y me haga el amor. Desearía sentir su afecto y compartir. Nada es posible en este momento. "No se puede todo en la vida", soltó mi madre una vez. En su momento creí que eran sus propias limitaciones y se lo devolví. Hoy lo traje. A veces tomar decisiones en post a nuestro bienestar nos alejan de otros deseos. Claro que ponderar que nos hace más felices es lo viable. Somos humanos. Tenemos la contradicción en la existencia. Somos complejos. Me gusta entendernos así para aceptar al otro como es. Como un otro. Con sus formas de dar amor, con sus errores y virtudes. Con lo que todos tenemos.


Una niña amada.

De chica tuve una pareja de Ajolotes. Son tipo salamandras. La hembra se comía al macho cuando olvidaba darles de comer. El macho quedaba sin extremidades. Luego de una semana de divorcio le comenzaban a crecer poco a poco. Primero la cola, después las patitas. Hace poco se descubrio que los seres humanos tenemos una encima que compartimos con estos animalitos. No investigué demasiado más. Quiero decir que nosotros tambien nos regeneramos. No hay ningun dolor que nos impida amar. Al menos para mi. Prefiero entregar mi alma al amor y sufrir sus consecuencias. Mi cuerpo sabrá como regenerarse. En mi alma siempre habrá luz mientras yo sepa como encenderla.


No hay un final.

Pensaba en cómo darle un cierre a este ensayo. Se me vinieron a la mente mis propias palabras de esta mañana. Hablé con una chica que viaja por primera vez sola a otro país. Ella busca contención que es lo que todos buscamos. Ella teme estar sola porque nunca lo hizo. Tiene un camino duro por recorrer, pero muy satisfactorio. Se me ocurrió, para aplanar su ansiedad, recordarle que nada es eterno.

En la idea de eternidad del amor romántico se esconde gran parte de nuestro dolor. Más que dolor, padecimiento. Creemos que el final de una relación es el final. Esto no es cierto. He visto parejas separarse y volver infinidad de veces. Inclusive con el pasar de muchos años. Mi intención aquí no es que vivan en la espera. Es un lugar donde nadie merece vivir. Sino restarle sufrimiento al dejar ir. Esto aplica para todo. Siguiendo con el ejemplo, una mujer que viaja sola tiene que dejar ir sus miedos. Miedo a estar sola, miedo a alejarse de sus seres queridos, miedo a abandonar su zona de confort, entre muchos otros. Decirle que nada es eterno es invitarla a disfrutar de ese momento. Sabiendo que puede volver a su lugar de origen cuando así lo desee. No es una utopía. Creemos que esto es complejo, pero no lo es. En caso de no sentirte a gusto podés ahorrar y comprar un pasaje. Siempre que tengas quien te reciba de nuevo. En el amor es lo mismo. Algunas personas conectan en el momento y lugar equivocado, pero esto no significa que no hay después. No hablo con conocimiento de causa, pero entiendo que puede sucederme a mí como a cualquiera. También puede que no, recordemos que no lo estamos esperando. Estamos intentando no cargar de tragedia un duelo, una ruptura o como quieran llamarle. Seguramente muchos dirán que es más fácil si pensas que nunca más. Bueno, a cada uno lo que le sirva. Todo depende de la situación, que siempre es particular. Esta es una idea. Una que me ayudó mucho a tomar decisiones en post de perseguir mis sueños. Si no hubiese creído que mis amigos y familiares estarían dispuestos a continuar amándome al volver a casa talvez nunca me hubiese ido. Es mucho lo que uno tiene para "perder". Pensar en que no existe tal perdida es una alianza con tu paz y serenidad. Repito, dependiendo del contexto. Me sucedió con mi última pareja. Creía que estaba jugando una carta conocida. Que otra vez me iba de viaje cargando una pesada mochila. La de no terminar una relación. Creí que ataría mis pensamientos a otra persona, una vez más. No sucedió. La persona que habito aprendió una lección.

Saber que nada es eterno me ayudó. No deberíamos cargar de eternidad a ninguna relación. Tampoco deberíamos pretender que una separación sea eterna. Las energías se mueven. A veces coincidimos con una persona, otras no. A veces elegimos el mismo destino, otras no. Cada tanto nos encontramos y cada tanto nos distanciamos. Con todos a nuestro alrededor. Debemos ser consientes de esto porque no hace falta estar a kilómetros de distancia. Muchas personas sienten la lejanía de sus amigos, familia, parejas. Inclusive cuando conviven. No ser conscientes de que esto sucede nos lleva nuevamente a sufrir. Esta desconexión con las personas que amamos pasa por razones más allá de nosotros. No buscar motivos es liberador. Nos da la pausa necesaria para continuar. Nunca sufrí tanto cuando quise sostener un vínculo que ya no fluía. Es agotador. Lo puedo ver a mi alrededor. Amigas que ya no se sienten tan a gusto la una con la otra. Sin embargo, insisten en compartir. Quizás si se dieran el permiso de no ser, sin pensar en que es un final, podrían reencontrarse con otra energía más adelante. Quizás si entendemos que no somos eternos nos abrazamos a esa fluidez. A sentir nuestro cuerpo con un otro. A prestar atención si las relaciones nos dan energía o nos agotan. No estamos para perder nuestra energía vital. Debemos conservarla con amor. Pues tenemos mucho que hacer por nosotros mismos. Recordemos que estamos intentando ser el amor que queremos recibir. Estamos dando lo mejor de nosotros. Es suficiente. El amor es el camino, no hay final. Intentemos que sea con alegría. Festejemos el amor en todas sus formas. Sin juzgar.

 

Espero que mis reflexiones acompañen a quienes necesiten sentirse en compañía. Gracias por leerme. Me alegra que estén del otro lado.


Con amor.

Juliana

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