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Vieja Zelanda

  • Foto del escritor: Juliana Galvan
    Juliana Galvan
  • 25 nov 2024
  • 16 Min. de lectura

La segunda parte de esta experiencia donde un país ajeno se vuelve conocido. Manejas sus rutas con confianza, sabes donde parar a comer, el precio de las cosas, las reglas de tránsito, las formas de sus ciudadanos y nativos. Cuando creía saberlo todo entendí que no sabía de mi deseo.


Cathedral Cove, Coromandel, New Zealand.

¿LISTA PARA SER AMADA?


"Estoy buscando amor", pensé. No lo dije, lo mostré. Un viajero novato hizo lo que yo misma he hecho, seguir explorando. Mi cabeza estaba limpia. Me sentí sola, me sentí abandonada y estaba lejos de tener lo que quería, pero entendí. Me puse en sus botas de trekking que habíamos comprado un par de dias antes, donde lo ayudaba a abrigarse para el invierno. Recordé que de eso se trata viajar, de seguir al corazón y aunque duela, su corazón no estaba conmigo. Mis ganas de sentir eran mas fuertes que el sentimiento en si. Lo dejé ir, con un abrazo y un "gracias por compartir". Cuando cruzó esa puerte escuche su van irse, lo miré desde el ventanal. Mi corazón se rompio tan solo un poco pero esa sensación de libertad tampoco estaba tan mal. Libre de cuidarte, libre de entenderte, libre de vos.

Le escribí una carta que nunca le mandé.

"El tiempo que estuvimos juntos me hizo entender que no quiero estar sola. Más bien, que quiero sentirme acompañada. Me acordé cuando llegué de muy mal humor y cansada del laburo. Había sido un día terrible. Me esperaste sabiéndo lo que sentí por el simple hecho que habías estado en mi lugar. Exactamente en el mismo. Me recibiste con un abrazo y me besaste sosteniendome la cara. Me propusiste que me relaje en la bañera con agua bien caliente. Una vez desnuda, rodeada de burbujas y con dos velas encendidas frente a mi, me trajiste una copa de vino. Te sentaste apoyado en la pared, con otra copa, en silencio. No me acuerdo si hablamos, no había sido trasendental. Sin embargo, te sentí conmigo. Total y completamente a mi lado. Esa sensación es la que quiero. Saber que aunque puedo todo sola también hay alguien que me entiende. Alguien que este en la misma que yo, viajando, trabajando lejos de casa. Alguien a quien no tenga que explicarle como me siento porque ya estuvo ahí. Ya se en que estás pensando y no, no necesito estar pegada a vos. Solo necesito tenerte cerca. Tener la posibilidad de buscarte cuando te necesito. No quiero cortar tus alas, ni quiero prometerte algo que no se si va a pasar. No puedo asegurarnos que va a funcionar, tampoco que nos vamos a amar. Solo se que deseo intentarlo. Pensé mucho en decirte que este despertar no tuvo que ver con vos. Que es un deseo mio y que con cualquier persona sería igual. Pero no es verdad. Quien estuvo ahí para hacerme ver fuiste vos. Solo vos pudiste hacerlo y no va a haber otro vos. Saber que quiero esto no significa que buscándolo lo encuentre en cualquier persona. También se que vos no queres lo mismo, mantenerte en mi mente me quita posibilidades. De esas, de encontrar alguien que me haga sentir aunque sea algo parecido. Alguien con las mismas ganas de compartir, de cuidar, de acompañar."

Cuando llegó a su nuevo hogar me escribió. Me dijo que me extrañaba, que se arrepentía de estar donde estaba y que no le gustaba su trabajo. Una parte de mi quería decirle que vuelva. Otra parte había viajado, para ese entonces, seis años de su vida. El egoismo se esfuma cuando sabes querer pero más cuando podes entender, porque lo viviste, lo que al otro le esta pasando. Lo convencí de que al principio adaptarse es complicado. Le dije que se de la oportunidad de estar ahí, que se de tiempo, espacio. Que aprenda antes de renunciar, el tiempo le diría si está donde debe estar. El tiempo me dió la razón. Entendí que por mucho que lo quisiera conmigo Alejo (como me inventé llamarlo en este post) tenía su propio camino que recorrer. Venció el amor al egoismo.

Sus mensajitos de cada día me daban vuelta la cabeza. No entendía si quería jugar o amar. Una vil jugada me hizo ver que no me quería en su vida pero tampoco me quería soltar. Cuando se lo dije lo entendió, pensé que mas que amor era compasión. Seguí sola pero con el ego medio herido. Eso me hizo entender que más que querer amarlo, yo quería sentirme amada. Un año y medio hacía que viajaba sola por el mundo. Un año y medio de tomar mis decisiones, de equivocarme y asumir las consecuencias, de no tener quien me salve sino yo misma. Aunque eso te empodera y te hace valiente, todos necesitamos un pecho donde descansar. Alejo no sería el pecho donde llorar pero me hizo ver lo que quería con más claridad. Buscaba a quien amar.


SOLEDAD


Este año de backpacker en Nueva Zelanda tiene una segunda temporada. Luego de algunas semanas de vacaciones empecé a trabajar de housekeeper en Furneaux Lodge. El mismo está en una isla y como corresponde el patio delantero es el océano. Rodeado de verdes montañas y agua totalmente transparente. Un camino de más de sesenta kilómetros hace de conexión con otros puntos de la isla. Mucho por explorar. Un nuevo trabajo, nuevos compañeros con los que, además de trabajar, viviré. Kayak a disposición para adentrarme al mar. Sin embargo, en mi primer día libre, la lluvia me obligó a quedarme en la habitación de staff que me proporciona el hotel. Es una habitación sencilla, sin mucho lujo, pero con todo lo necesario.

Lo agotador de trabajar en temporada, sumado a extrañar, me llevó una introspección profunda. Una que necesitaba pero que costó afrontar. Más de un año y medio lejos de casa con dieciséis horas de diferencia horaria. Cuando salgo de trabajar mi gente en Buenos Aires duerme. No hay opción, es yo conmigo o contra mí.

Al mes de llegar a la isla había agotado todos los caminos posibles, ya quedaba muy pocos lugares por conocer. Comencé a sentirme en profunda soledad. No era algo en lo que había pensado cuando acepté el trabajo. Me di cuenta cuando llegué al hotel porque mis compañeros estaban todos en pareja. ¿Cómo no lo pensé? Estaría sola en una isla, a dos horas en ferry del pueblo más cercano.

Una de las tantas teorías de la soledad es la existencialista, me encantaría acordarme el autor. La misma habla de la contradicción del ser humano por la necesidad de entenderse como una individualidad y la necesidad de afecto. Creo que la contradicción habita dentro de nosotros. Sin embargo, antes de ahondarme en tan profunda declaración, definamos soledad. Según lo que leí es una experiencia del ser humano que puede ser tomada como negativa o positiva. De forma negativa se sentirá como miedo e incertidumbre. De forma positiva como una posibilidad de autoconocimiento. La percepción es individual, aunque este condicionada por el contexto social en que se desarrolla el individuo. No vamos a comparar el apego a las personas que sentimos los latinos con el que sienten los alemanes. La calidad y cantidad de los vínculos también es relativa.

Por mi parte, he sentido la experiencia de la soledad, generalmente, enriquecedora. Me ayudó a conocerme cuando no estaba segura de quien era. Me dio la posibilidad de elegir quien quiero ser y no volverme una imitación de mi círculo cercano. Me enseñó a mirar para adentro. Sin embargo, en el mismo estudio se explica que existen diferentes tipos de soledad. Una de ellas es la percibida bajo la no vinculación con una persona en específico. Para ser más exacta, la pareja. Aún rodeados de amigos o familiares, si la necesidad afectiva está en una pareja, entonces nos sentimos solos. Esto me ha sucedido y es donde solemos cometer el error de vincularnos sin mirar bien con quien. Un error que se paga caro. Una pérdida de nuestra energía vital en un otro, a quien no queremos realmente en nuestra vida, sino que cubre una necesidad temporal. Lo vinculado al tiempo también se expresa en el ensayo, como toda experiencia puede durar años o días. Todo es tan subjetivo dentro de cada ser humano. Somos mundos emocionales. Cada uno siente de forma diferente y cómo manejamos este sentir es lo que nos hace únicos.

Yo estaba apenas entendiendo lo que había pasado con Alejo cuando Franco apareció en mi vida. Otro nombre de fantasía que me invento, casi como la fantasia que él se invento conmigo tiempo después. Lo sabía, sabía que estaba sacándome a otra persona de la cabeza pero su necesidad de afecto era aún más fuerte que la mía. "Lovebombing", es como se define ahora a que una persona, que no sabe estar sola, busque desesperadamente, y a cualquier costo, el amor de otra. Yo tenía tantas ganas de sentirme acompañada que no vi las señales. Franco había terminado una relación de años hacía muy poco tiempo y estaba claro que no había tenido el tiempo para procesarlo. Así fue como me volví una extensión de su expareja. Se sintió con el derecho de reprocharme, celarme sin sentido y hasta mentirme. Por estos motivos es que siempre que pensaba irme con él terminaba alejándome cada vez más. En un papelito, al borde del colapso, escribí:

"Desconfió de la gente que te aclara "no te miento" cuando te habla. Desconfio de quien quiere todo con vos cuando no sabe quien sos. Desconfio de mi misma confiando en las migajas que se desprenden de la imposibilidad de estar solo de alguien más. Desconfio de quien te hace costosos regalos. Desconfio de quien te promete lo eterno, en un mundo efímero. Desconfio de quien sostiene la mentira, más que del que miente. Desconfio de quien en su mente crea posibles escenarios daniños. Desconfío del que no pide perdón, no más de quien no agradece. Desconfio de la falsa humildad. Desconfío de quien no sostiene la mirada. Deconfio de mi cuando confió sabiendo los motivos por los que desconfío.

Se suspende el amor, hasta nuevo aviso."

En el hotel empecé terapia. Descubrí que ser yo misma es afrontar mis cambios y aceptarme. Me di cuenta de que no quiero sostener una vieja idea de quien solía ser.

Una amiga me preguntó: ¿Cómo estuviste en el hotel?

-Sosteniéndome-, respondí.

No solo me permití que las cosas sean diferentes a mis "debería" sino, que me entendí en soledad. No era la primera vez que estaba sola, pero si la primera vez que aceptaba que esa decisión había sido mía. Me hice cargo de lo acontecido. Sería hipócrita si negara que me provocó dolor tanto tiempo conmigo misma. Más hipócrita sería si dijera que no lo necesité. Venía de una rosca de multitudes que tenía que parar. Aunque vivir sin proyectar sea la gloria del momento presente, a veces (y solo a veces) hay que parar para saber a dónde vamos. Recordé que uno de mis objetivos en este país era invitar un viajecito a mi vieja. ¿Qué estaba haciendo para lograrlo? nada. Este era mi momento. Además, pude reconocer que ya no quería pasar mucho más tiempo sin la compañía de los míos. En pocos meses debía salir del país, ¿Cómo lo haría? necesitaba ahorrar. Visitar a mi familia en Italia antes de volver a casa era algo que no quería dejar de hacer. Todo esto lo entendí gracias a empezar a escucharme. El inmenso privilegio de habitar un país de riqueza me permitió resolver estas dudas en poco tiempo. Ahora solo resta disfrutar de los últimos meses de working holiday.


MEJOR MAL ACOMPAÑADA QUE SOLA


Doy por finalizada la temporada en el hotel quince días antes. Decido que sea en la capital del país porque quería pasar las fiestas sintiéndome acompañada. Un poco de movimiento después de tanta quietud. Un movimiento que por momentos eran terremotos. Franco seguia inyectando amor y mi cansancio de soledad me hizo irme a convivir con él durante un mes.

La tormenta antes de la calma. Una duenda de rastas me dijo una vez que convivir nos hace más flexibles. Mientras sufro por mi inflexibilidad escribo en una fecha cercana a la navidad.

"Veo el atardecer desde la terraza de una hermosa casa. Escucho su respiración y no me alivia. Entre tanto presto atención a los pájaros que cantan afuera. La cortina blanca de esta habitación baila con el viento que entra de la ventana entreabierta. Tengo un nudo en la garganta. Me duele la mandíbula de apretar. Intenté concentrarme en el atardecer. Me siento perder el tiempo. Intente recordar lo productivo que fue el día de hoy. Me siento confundida. Intento agradecer las cosas de mi presente. Me siento triste. Entre tanta fortuna está el miedo. Entre tanta naturaleza me siento diminuta. Entre tanto aire puro no puedo respirar. Entre tanto de todo la nada misma. Me preocupa no estar en este momento. Estar en pasado al borde del colapso o en futuro que me mantiene en un mal humor insoportable. No estoy segura de lo que hago y me cuestiono cada decisión. Intento pasarla lo mejor posible, pero por algún motivo siempre lo arruino. Creí que me faltaba compañía, que me faltaba amor. Acá estoy. Con alguien que, a su forma, me ama. No lo veo. Lo alejo, lo oculto, lo disminuyo. Al borde del colapso. Soluciono cosas todos los días, resuelvo. Tengo casa, comida, un auto, libertad, el dinero suficiente; me irrito. No me comprendo. No entiendo y de tantos no que veo en esta página quiero llorar. Quisiera escribir sobre los sí. Es que no hay nada que me haga sentir mejor que creer que sí. Que si puedo, que si estoy, que si soy, que si amo, que si disfruto, que si estoy haciendo lo mejor que puedo. Pero no. En realidad, no tengo idea de que estoy haciendo.

¿Para qué era que quería todo esto? Para sentirme acompañada. Ahora lo escucho dormir y quisiera que se despierte como si nada hubiese pasado. Pero pasó. Otra vez caos. Esta vez creo haber pasado un límite que nunca antes. A pesar de todo no quiero alejarme de él. No sé si es por obstinada o por amor. No sé si es por cómo él me hace sentir o por cómo me siento cuando estoy con él. Quisiera no tener tantas preguntas en mi cabeza. Quisiera simplemente dejarme sentir. Si pienso en cómo me siento cuando estoy con él, sonrío. El problema es cuando empiezo a pensar en él. En lo que debería ser. En lo que no es. En lo que fue."

Con la idea de que perdonar es darle la oportunidad al otro de que cambie, volví a creer en el amor que soy capaz de dar es sanador. Pero nadie sana si no ve la herida.

Luego de una semana conflictiva nos mudamos. Escribo desde la casa de Kate y Mark que estamos cuidando en el barrio de Brooklyn, en el corazón de la capital. Casi que se termina este 2024. La calma llega cuando dejo pasar la tormenta, las nubes grises aún estan ahí.

A través de los ventanales amanece. La ciudad todavía duerme, pero escucho los pájaros cantar. El agua se ve calma. El color anaranjado en el horizonte. Algunas nubes rosadas son atravesadas por otras grises que se mueven muy rápido. Tan rápido que no arruinan el paisaje. No había visto en mi vida nubes moverse a esta velocidad. No había sentido nunca esta necesidad de estar en presencia. Dejar que fluya en un país donde el costo de vida es tan elevado es todo un desafío. Pero aquí estoy. Disfrutando este amanecer como si no hubiese otro mañana. Sentada cómodamente en el sillón que cubrí con una suave manta. Rodeada de almohadones. Millie y Berni duermen en los puffs detrás mío. Pronto se despertarán para su paseo matutino. Mi vaso de agua me acompaña posado en un banco rojo a mi lado. El viento empieza a soplar con más fuerza y no me sorprende. Lo sorprendente fueron estos tres primeros días del 2024 sin viento en la ciudad bautizada "Windy Wellington". Días en los que volví a conectar con el sentido de todo esto. Volví a caminar la naturaleza por el placer de caminar. Volví a alegrarme de la brisa fresca en la destreza de una subida empinada. Volví. Pero este miedo latente a que todo se desmorone, a otra pelea, a otro conflicto.


"Y LO MEJOR QUE ME PUDO PASAR EN EL VIAJE, FUE MIRAR EL PAISAJE Y SEGUIR"


En la cuerda floja. Esa es la sensación. Esa es la respuesta a la pregunta de todas las sesiones con mi psicóloga: ¿Cómo te hace sentir? Ella me recuerda que me tengo que olvidar de cómo "debería" ser. Estos "debería" que quiero desterrar son voces ajenas. Son construcciones en mi mente. Una mezcla de pensamientos ajenos que ponen en cajas lo que sucede en este momento. Ayer decidí pausar mis sesiones. No le dimos un cierre final, pero quisiera hacerlo para mí misma. Cuando empecé terapia creía que no podía conectar con el momento presente. Probablemente no lo hacía. El gran descubrimiento es que tildaba "el momento presente" como un momento que debía ser vivido de determinada manera. Es decir, no importaba cómo me sentía sino cómo me debería sentir. Aprender a prestar atención a cómo me siento es la mayor conexión con el presente. El tiempo que vivimos es tan personal como intransferible. No tenemos otra forma de experimentarlo si no es a través de nosotros mismos. Entonces, pienso en la imposibilidad de conectar con este momento si no logro conectar conmigo misma. Generar un espacio con una persona que me volvía siempre a mis sensaciones me enseñó a vivir el momento a través de lo que estaba siendo y no lo de que debería ser. Lo revelador de descubrirme siendo yo misma sin las etiquetas que me pusieron (y acepté). Me describía de una forma que no encaja con mis intereses actuales. Soltar quien fui o como los demás me ven para simplemente ser yo misma. De esto se desprendieron otros puntos interesantes. Tanto como yo "debería" ser de una forma las relaciones también tienen una estructura. Sobre todo, las relaciones de pareja. "El hombre proveedor" es la voz de mi madre. Su queja constante de tener que hacerlo todo sola. Su cansancio, su soledad, sus miedos. Cuando intento encajar a mi pareja en cómo "debería ser" me sube un sabor amargo y conocido. Me vuelvo a sentir una niña que precisa de su padre para bajarse del árbol al que acaba de trepar. Subir hasta lo alto para tirarme a los brazos fuertes que no me dejarán caer. Pero no, él no es papá, y caigo. Las caídas se vuelven cada vez menos dolorosas, pero tengo moretones por todo el cuerpo que me recuerdan que subir es un peligro. Entonces vuelvo a vivir la vida de alguien más. Me adapto, como bien se hacer, a su cotidianidad. Me vuelvo parte de su rutina y sus horarios. No hago más que hacer chiquita para no herir sus masculinidades. Me callo cuando grita, lloro para que no se vaya, soporto sus escenas de celos, entre otras cosas. Haré ese giro 180° que me caracteriza porque es lo que soy y no lo que me dicen que tengo que ser. "Con el amor no alcanza", pensé y empaqué mis cosas.

Lo lloré mientras se iba sin mí. Lo lloré mientras me iba de esa ciudad que hicimos nuestra. Lloré y dejé que las lágrimas corran, se muevan y se esfumen. Lo sentí y lo habité. Luego el viento en la cara en esa carretera me devolvió mi tesoro más preciado: libertad. Libre, libre, pero sin tu amor.


LAKE TEKAPO Y LA MEJOR COMPAÑIA


No tiene que ser la que conoces hace meses, sino en la que encontrás deseo mutuo de vivir momentos.

Me pregunté todo el día porque estoy acá. Una simple discusión en el trabajo, cuando tus emociones están alborotadas, puede entristecer todo un día. Un día que prometía ser encantador. Aun dando lo mejor de mí me sentí atacada. Pienso, ¿A qué vine? En ese momento recordé que había dejado un lugar porque las discusiones me aturdían. Llegar y sentirme igual: que decepción.

Decidí tomar mi computadora. Subí al auto. Aunque puse un camino en el GPS vine a donde me trajo mi intuición. Apenas estacioné me acerqué a un banco que esta justo frente al lago. Los vi. Me los quede mirando porque no podía creer que fueran ellos. Sus sonrisas me hicieron sonreír y las nubes que me persiguieron todo el día hicieron un hueco para dejar entrar el sol. Me siento aliviada. Una conversación humilde, risas, energía de personas que están en esta vida solo para disfrutar. Eso alivió mi pesar. Cuando tus emociones están alborotadas una simple conversación puede mejorar tu ánimo.

No me gusta estar tan condicionada por mi entorno. Quisiera lograr que no me afecte lo que pasa a mi alrededor. Que no me afecte al nivel de hacerme cuestionar si estoy o no perdiendo mi tiempo. No estoy pudiendo evitarlo. Estoy tan cerca de volver a casa que cada cosa que me hace sentir ajena al lugar que habito me aprieta el corazón. Me hace pensar si vale la pena estar extrañando tanto a las personas que amo.

Aunque sé que la vida en Buenos Aires no va a ser fácil quisiera acordarme de este momento cuando este ahí. Como memoria no tengo me pongo a escribir. Ojalá la Juliana del futuro encuentre estas palabras. Se que lo hará porque es donde busca cuando todo parece no tener sentido.

Me acordé a que vine. Además de conocer la parte sur de Nueva Zelanda aun inexplorada. Ellos me lo recordaron. Estoy acá para reencontrarme con personas que me hagan sentir un poquito más cerca de casa. Por la vuelta están los amigos y me acabo de cruzar con un par de ellos sin siquiera preverlo. Solo los encontré para encontrarme. Para acordarme de mi. Para mirar para adentro y entender que soy más que una simple discusión. A las personas también las atraviesan sus cosas. Eso tengo que pensar para no tomarme nada personal.

Vuelvo a mí con un alivio encantador. Que paz este lugar. Los patos que caminan a mi alrededor. El agua que apenas se mueve por una leve brisa. La misma que acaricia mi cara. La misma que me hace volver a este preciso momento. Estoy acá para abrazarme a mí misma. Para entender que no tengo que reprimir lo que me pasa. Para que los demás me entiendan entonces debo entenderme. ¿Cómo podría decir a alguien más como me siento si no lo sé yo misma?

No me queda mucho en esta partecita diminuta de este inmenso mundo. Pienso lo que necesito y la respuesta es nada, porque lo tengo todo. Solo tengo que mirar a mi alrededor, ver las señales, seguir mi instinto y escuchar a mi corazón. Lo que más quiero es poder disfrutar.

Ellos se van y me despiden con un abrazo. Me dejan una sonrisa en el rostro y la sensación de que algo estaré haciendo bien.

Luego llegó la mexicana, Mayra. Una hermana de otra vida que en esta me acompaño solo algunas semanas. Ella me recordó que la valentía es el valor que más me deslumbra. Madre de dos niñas que le expresan cuánto la extrañan en cada llamada. Mujer que ha sabido dejar los prejuicios de lado para hacer lo que considera mejor para ella y sus pequeñas. Mujer que frente a todo juez (machista y patriarcal) vive su vida y la de nadie más. Encontrarla en mi camino me fortaleció el corazón. Me hizo entender que para que exista un vínculo tienen que haber dos personas dispuestas a crearlo. Yo no tenía nada de malo, no era mi urgencia de sentirme acompañada lo que me alejaba de las personas. Eran las personas con otras necesidades que no buscaban vincularse conmigo. Mayra me acompaño a la montaña a una semana de conocernos. Me brindo su amistad, su palabra, su apoyo. Se abrió a contarme su vida y a escuchar mi consejo. Ella me recordó que en la amistad lo que importa es la calidad del tiempo y no la cantidad.


GRACIAS.


Durante mucho tiempo hice del amor lo que hicieron conmigo. Me declaro analfabeta. La forma en la que aprendemos a amar no nos hace robots, aunque a veces lastima. Gracias. A mi niña y a mi adolescente, que se equivocaron tanto que hicieron del mundo un parque de diversiones. A mi joven adulta que experimentó los mayores placeres para enseñarme que estar en calma es sinónimo de ser feliz. A la adulta que aprendió entre rutas, mochilas y viajeros que el mundo puede ser un lugar seguro mientras cuide de mí misma.

No sé a dónde voy, pero se de quienes vengo. Quienes me construyeron y me construyen. Quienes hicieron de mi lo que hoy soy. A veces preciso acércame a ellos para que simplemente me lo recuerden. Una soledad que no existe. Como me lo recuerda ese mantra que a veces olvido repetir "yo te llevaré en mi corazón". A mi vieja, cuando mi cuerpo se acuerda de lo cálido del hogar que es un puerto donde anclar mi barco cuando estoy a la deriva. A mi viejo con sus palabras precisas y su voz que me recuerda que todo lo puedo. A mi hermana, que me agranda el corazón cuando la puedo ver siendo la niña que me ha enseñado lo que es el amor. A todos mis amigos los llevo en el corazón porque no hay distancia que nos aleje. Pero también me llevo a mí. A todas mis versiones del pasado que ya no me pertenecen pero que me han dejado tanto aprendizaje. Gracias.



 

Dejo Nueva Zelanda cómo lo encontré. Me voy sin romper nada, aunque un poquito más rota, que lo quiero entender como sosteniendo mis pedacitos. Al final, ninguna relación es igual porque nosotros no somos los mismos. Creo que es la vida haciendo que reflexiones sobre tus deseos. Pero eso es cuestión de otro posteo.


Gracias por leerme. Hasta la próxima.




 
 
 

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