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  • Foto del escritorJuliana Galvan

PEDÍ UN DESEO

Historias que sucedieron el mismo día, en lugares y años diferentes.

Mi cumpleaños del 2018 con la "torta-flan" de Tronchatoro

De chica me quejaba bastante del hecho de cumplir años en invierno. Los cumpleaños de mi hermana, en verano claro, eran en la pileta. Un día se lo reproché a mi mamá:

- "¿Por qué no garchaste después?"

Debí haber borrado su respuesta de mi cabeza pero recuerdo su cara de enojo. Esa cara imposible de disimular. No solo sus ojos se vuelven aún más pequeños y se frunce su seño. Toda su cara siente la emoción que ella siente. Todo su cuerpo. Ese día o pocos después me confesó que en realidad no quería tenerme. Lloró todo mi embarazo. No la juzgo. Yo no quiero ser madre. Ella todavía le daba la teta a mi hermana, no quería tener dos bebés que cuidar.

Mi reproche no tenía justificación. Mis padres me hicieron disfrutar todos mis cumpleaños. Había siempre amiguitos, torta, panchitos, papitas, etc.


Cuando empecé a crecer se pusieron aún mejor. Me encanta ser el centro de atención. Culparía a mi signo Solar por esto. Estoy convencida de que debe haber más motivos. No me gusta que me tiren las orejas. No se que cara poner. No me termina de doler pero sin embargo siempre suelto un "Ay!" un tanto exagerado.

Cuando era chica mi tía Norma, la mayor de once hermanos, me tiraba las orejas. Lo hacia suavemente, contaba lento. Al final sonreía. Hace unos días mi papá subió a su estado de WhatsApp una foto de ella. Estaba conmigo y mi hermana Camila. Nos tenía sentadas una de cada lado arriba de sus piernas. Estábamos vestidas para ir al jardín con nuestros guardapolvos a cuadritos color rosa. Mi hermana tenía su habitual cara de demonio. Yo sonreía. Dos rodetes en la cabeza. Mi tía sonreía. Hacía tiempo no recordaba su cara. Camila sonreía. Planeaba alguna travesura.

- "Hoy sería su cumpleaños" - me contó papá cuando respondí a su estado con corazones.

- "Demasiado buena para este mundo"- le contesté.

Mi tía norma era de Leo. Me hubiese gustado conocerla ahora, de adulta. Ver si por la coincidencia teníamos algo en común en nuestra personalidad. Se las ingeniaba para que hagamos lo que ella quería. Su actuación de llanto desconsolado para que comamos la comida era totalmente creíble. Un poco se pisaba cuando decía que mamá la iba a retar si no comíamos. Mamá no era de retar. Yo comía, no me gustaba verla llorar. Ahora que no está solo puedo inventarme parecidos. Yo también soy ingeniosa para lograr lo que me proponga. Me gusta pensar que aprendí de vos, tía Norma. Si estuvieras acá te agradecería por haber cuidado de nosotras.


Agosto 2017

Salté varios destinos para llegar antes a Lima. Estaba a punto de cumplir 23 años y mi viaje recién había comenzado. Me reencontré, luego de unos meses, con mi vecina y amiga de toda la vida, Luci.

- "No te librarás de mi tan fácil" - le dije mientras subíamos las escalaras del departamento que luego sería mi hogar. Situado en el barrio Barranco. Luci sonrió.

Ese no era mi primer cumpleaños lejos de casa pero si lejos de la mayoría de mis amigos.

Aunque en Argentina los agosto son fríos siempre encontrábamos algo divertido que hacer. Simplemente el tenerlos a todos en casa comiendo unas pizzas, amasadas por mi vieja, era un planazo. De chica soy amiguera y mínimo, siempre, éramos 15 personas. Las tortas solía hacérmelas mi hermana y en los últimos años mi prima.

Mi cumpleaños del 2016 había sido increíble. Alquilamos una casa en una isla del tigre entre 10 amigos mas o menos. Pasamos un fin de semana de ácido y vino tinto espectacular. Los fogones y las risas de mis amigos al rededor. Las comidas, los postres, las meriendas, los mates... ¡Argentina papá!

Ese agosto en Lima me sentí contenta. Fue bastante melancólico. No estaba segura si me convencía no estar con todos mis amigos. Sin embargo disfruté. Estaba acompañada por mi hermana del corazón. Recuerdo que hicimos comida en la terraza del departamento. Me cantaron el feliz cumpleaños con una torta de chocolinas.


Agosto 2018

Para entonces Luci ya no viajaba conmigo. Sin embargo estaba Sintia. La uruguaya más compañera del mundo me compró una torta toda de chocolate en el Walmart. La misma que le había comprado yo, una semana antes, el día de su cumpleaños. No solo era barata, estaba buenísima. Similar a la torta de Tronchatoro pero con un hueco en el medio. Como si la hubiesen hecho en un molde de flan tamaño grande.

Vivíamos en el Hostel MX de la 5ta avenida de Playa del Carmen. En el staff éramos todos jóvenes, todos hermosos, todos amigos. Nos reíamos en abundancia. Nos ayudábamos laburando. Fumábamos mucho porro.

Para entonces hacía más de un año que estaba de viaje. Playa del Carmen es un buen lugar para cumplir años. Creo que es un buen lugar para festejar, con o sin motivo aparente. No tuvimos que esperar el fin de semana para irnos de fiesta. Todos los días hay fiesta. Todos siempre están dispuestos a salir.

El día anterior Sintia estaba rara. Había salido y cuando pregunté dónde fue contesto un "a ningún lado" seco. No le di importancia pero su comportamiento, para ser el día previo a mi cumpleaños, me sorprendió. Veía en sus ojos que algo me ocultaba, además de ser ojos claros son transparentes. Todavía eran las 11.50hs del 10 de Agosto cuando empezó a dar vueltas con un paquete en la mano. Con fibrón negro estaba escrito por todos sus lados "Sintia". No entendía por qué no quería mostrármelo. Estábamos en la cocina de hostel. Ella me agasajaba con una cena pre-cumple. Algo sospechaba así que la comencé a correr al rededor de la isla de la cocina. Ante mi insistencia me dio el sobre. No lo esperaba. Al abrirlo vi regalos y cartas de todos mis amigos y familia cercana. Ese fue el abrazo más lindo que recibí nunca. Ellos no tenían idea de cuanto lo necesitaba. Llorando leí cada palabra para nunca borrarlas de mi corazón. Me alivió saber que estaban tan cerca. Uno siempre tiene un poquito de miedo de perderlos. Mi prima me mandó un pen-drive de Minions. En Colombia había perdido el mío. Me pareció hermoso que se acuerde. Luci me regaló una tanga negra de encaje, ¿tanto me conoce que sabía lo que haría esa noche? Una cadenita con un dije del mundo entero. Una pulsera. Todos tesoros para mi.

No me pesaba estar lejos de casa en mi cumpleaños. Es mucho peor estar lejos cuando cumpleaños alguien que amas. Es raro como funcionan las costumbres. Hay algo implícito que te indica que, aunque no viste a la persona en todo el año, el día de su cumpleaños tenes que compartir. Cuando soy yo la cumpleañera no pasa nada. No hay un reproche de los demás. Soy yo la que no estoy para que ellos festejen mi cumpleaños. Hay un cierto alivio. La gente que me rodea no es de reprochar. Pero yo misma sé el valor que tiene para nuestra sociedad hacerse presente en los cumpleaños. De no ser así no hubiesen esperado a ese día para enviar las cartas. Mi madre se contacto con una amiga de una amiga que viajaba a donde yo vivía. Le dio el paquete, ella se contacto con Sintia. Sintia lo buscó en su hotel. Toda esa hazaña me parece de lo más dulce.

Al otro día me llamó mi ex. Me contó que había ido a una sesión de Reiki para olvidarse de mi. El proceso había sido cerrar los ojos y pensarme, justo lo que no quería hacer más, según sus palabras.

- "Me hizo envolverte en una flor blanca gigante. Vos sonreías, después te ibas, me sentí bien."- Relató con la voz temblorosa e indecisa.

- "Espero que funcione"- contesté.

- "Yo también"- cortó la comunicación.

Minutos después me mando un video de sus mascotas.

- "Decile feliz cumpleaños a tu mamá" - mientras me mostraba a los animalitos que una vez amé.

Le contesté con una foto mía arreglada para mi cumpleaños.

- "No hagas eso" - reprochó.

Creo que volvimos hablar un par de veces más pero mis sesiones de fiesta me mantenían con la cabeza en otro lado.

Esa misma noche volví ebria al hostel. Me acosté con un colombiano en una de las diez camas de la habitación donde él dormía. Fue uno de esos despertar sin saber quien tomó decisiones por vos la noche anterior. Lo miré, me puse la tanga de encaje color negra y me fui.


Agosto 2019

Durante ese invierno viví en una hermosa casa de madera en Bariloche. Trabajaba algunas horas a cambio de una cama. Solía disfrutar de cantar mientras uno de los dueños del hospedaje tocaba la guitarra. Fue mi primer temporada en la nieve. El olor a café en la mañana. El matecito en el sillón de la sala pegado a un ventanal. Mirar la nieve caer cobijada con una frazada polar color azul intenso que me abrazaba. Algunas sensaciones de la vida son dignas de recordar.

Me reencontré con Paula, una amiga que había hecho en Ecuador. Oriunda de Mar del Plata y siempre haciendo buenos contactos. Me presentó a Sofi. Con Sofi trabajamos toda la temporada en BEC. Un salón de eventos que hacia la famosa cena de fin de viaje para los egresados. Entre las tres nos hicimos familia. Alquilaron una cabaña a algunos kilómetros del centro. Recuerdo ir a almorzar con ellas antes de entrar a trabajar ir. Después nos íbamos en la moto de Sofi hasta el laburo. Una vez me presto la moto. Una vez.

Los días pasaban felices y recibí una noticia emocionante. Días antes de mi cumpleaños mi hermana llegaría a Bariloche. Camila no conocía la nieve. Cuando tuvo la oportunidad un novio de la adolescencia se la arrebató. Como siempre en su vida se dio una segunda oportunidad.

Recuerdo su nariz colorada por el frio. No le fue fácil aclimatarse al cambio de temperatura.

Podría describir lo que significa la felicidad. Íbamos caminando hacia el famoso hotel Llao-Llao. Un lugar digno de visitar en la lejanía de los kilómetros que te separan del centro de la ciudad. En frente un hermoso lago. Mientras caminábamos por los alrededores un poco de blanca nieve se derretía bajo unos pinos. Su cara al verla me emocionó.

- "Sacame una foto acá" - me dijo

- "Pero Cami... esto no es nada, ni siquiera es nieve. Se esta derritiendo."

- "Sacame/ una/ foto/ acá" - insistió, pausando cada palabra, con cara de hermana mayor.

La foto salió hermosa. No me percaté de lo emocionante de vivir en ese lugar hasta que lo vi en su carita. Caminaba todos los días sobre la nieve para hacer el kilometro y medio que me separaba de mi trabajo. Caminaba sin pensar que lo que pisaba era un milagro de la naturaleza. Que glorioso cuando alguien te recuerda la fortuna de existir.

- "Mañana vamos al cerro" - sentencié.

Me había pedido unos días en el hostel. Había hecho unos arreglos para tener días libres en BEC. Fuimos con Camila al cerro Catedral. El imponente cerro y la nieve de verdad. Su nariz seguía colorada. Su sonrisa. Algunas sensaciones en la vida son dignas de recordar.

Llegó el día de mi cumpleaños. Hicimos un asado en la cabaña de Sofi y Paula. Sofi me hizo una torta. Su carita de concentración cuando preparaba algo dulce. Recuerdo que pasaba horas con el chef de BEC aprendiendo sobre pastelería. La torta estaba buenísima.

Cami se fue de casa de mamá poco después de terminar el secundario. Me acuerdo que para entonces fue un alivio. Nunca nos entendimos bien en la convivencia. Creo que es lo normal entre hermanos. Esa semana fue diferente. No quería que Cami se vaya. No quería que se terminen esos días. Me había gustado la sensación de volver a vivir con ella. Despertarme y tenerla como cuando éramos chicas, en la cama de al lado. Darle un beso en la frente antes de irme a trabajar. Mi habitación se entristeció cuando sus cosas no ocupaban la cama de al lado. Ya había sentido esa sensación una vez.


Agosto 2022

Esta semana estuve rara. Mi energía baja. Una sensación de cansancio. Hoy el día empezó diferente. Me gusta cumplir años. Me gusta recibir mensajes de mis amigos y familiares.

Estoy en Motta di Livenza. Un pueblito de la región más "figa" de Italia. En mi barrio le decimos 'cheto'. Acá está la crema. Se pasean en autos de lujo. Nunca vi pasar tantas Lamborghini. Mostré sorpresa al ver que cada casa tiene, al menos, dos autos. Al menos. Algunas tres o cuatro. Me dijeron que es porque el transporte público es malo. Me dijeron que no hay buenas combinaciones. "Sin auto no vas a ningún lado". Para mi simplemente tienen plata. Acá la gente es heredera. La herencia no es algo a lo que aspirar para muchos que, como yo, nacimos en el conurbano bonaerense. Me gusta fantasear que me aparece un tío lejano, hermano de mi Nono. Muere, publican buscando herederos. Veo mi apellido materno en el diario. Me hago millonaria y viajo por el mundo sin tener que servir una mesa más. Después me da paja pensar en la responsabilidad de tener mucho dinero. Después me acuerdo que no duraría mucho. Tengo una familia grande y muchos amigos. La realidad es que nunca leo el diario.

Es loco estar de este lado del mundo. Mi cumpleaños de hoy es en verano. El reproche a mi madre no era por cuando me tuvo sino dónde. Hoy lo pienso y no hubiese estado nada mal nacer del lado de los conquistadores. Cuando veo lo fácil que se les hace la vida sin los problemas del tercer mundo me da un poco de envidia. Cuando te dan la mano en vez de un beso para saludar se me pasa.

Ya viví la dinámica de la casa los días de cumpleaños. Silvana prepara tu comida favorita. Hacen una torta. No les gusta cantar el feliz cumpleaños. Este año estoy yo así que no quedó otra. Para cuando pusieron la torta en la mesa ya empecé a aplaudir al ritmo del payaso Plin-plin.

Me tienen preparada una comida. Quizás hasta ligo regalos. Ayer Néstor hizo uno de sus postres hiper-calóricos. Esa es mi torta de este año. Allí vamos a poner una velita. Me van a cantar el feliz cumpleaños. Todos los años pido el mismo deseo. ¿Será por eso que soy tan feliz? ¿Será por eso que todos los que amo también lo son? Los problemas del tercer mundo se suelen afrontar a las risas, a los abrazos. Cuando te reís duelen menos. Un abrazo te contiene. Eso para mi es felicidad.


...dos horas después.

Tomé mates sola esta mañana. No había nadie en la casa. Nestor llegó a media mañana.

- "Tanti auguri , Juli" - me saludó tímidamente. La "J" suena "sh" aquí, de niña solía molestarme, ahora me suena bien. Shuli.

Al rato llegó Silvana con una enorme bolsa color azul. Nos dimos un abrazo, como extrañaba abrazar. Como si no estuviera haciendo demasiado por mi me hizo un hermoso regalo.

-"De parte de todos nosotros" - me dijo sonriendo.

Un mono color azul y dos remeras blancas para usar debajo. Tiene un gusto exquisito para los colores. Me lo probé de inmediato. Me encantó. Cuando llegó Ciro de trabajar y ya estábamos por comer le agradecí por el regalo y se lo mostré. Ciro es el único que verdaderamente es italiano en la casa. Esta aquí desde sus cinco años de edad. Su saludo fue tan incomodo. Me dio la mano y al ver que me acerqué para darle un beso se puso todo colorado. Nos dimos un beso en cada mejilla, así se acostumbra. Pude sentir la tensión en todo su cuerpo.


Otro año en que estoy agradecida de pasarlo en familia. Un año más de amor (y de viajes). El costo de hacer lo que me gusta. De elegir vivir experiencias lejos de casa. El costo elegir me aleja físicamente de los que amo. Si heredara una fortuna los traería a todos acá. Mi fortuna es sentirme acompañada en libertad. Mi regalo favorito es poder ser.

 

Gracias por leerme. Si me queres contar si tuviste la experiencia de vivir un cumpleaños lejos de tu casa me encantaría leerte. ¡Hasta la próxima!

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