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  • Foto del escritorJuliana Galvan

REPUDIO A LA INDIFERENCIA

Un recordatorio de lo que son capaces de hacer los adolescentes organizados.

Comisión directiva del Centro de Estudiantes Aucache del Colegio Nacional de San Miguel, y demás estudiantes. Año 2011

Fui a un colegio del Estado.

Al menos eso me gusta decir. Para ser más exacta me cambié a El Nacional de San Miguel en noveno, o tercer año. En ese momento fuimos la primer generación en inaugurar el nuevo 'polimodal'. Donde séptimo era primer año y tercero polimodal se convertía en sexto año. En fin, otra forma de llamar a lo mismo. El colegio privado al que iba antes estaba casi en su totalidad subvencionado por el Estado. Mi madre podía costearlo con su sueldo de docente gracias a dicha subvención estatal. Sin embargo había algo clasista en mis compañeros. Habían salido del mismo barrio que los pibes de la pública. Caminaban calles de tierra. Pero vestir uniforme les daba aires de superioridad. Muy preocupados por las zapatillas de moda. Pendientes de cosas materiales. De ser 'rebeldes' desde el destruir.

Yo fui 'rolinga' durante mi adolescencia. En ese momento los jóvenes estábamos divididos en 'castas'. Había punkis, floggers, etc. El rock and roll y el reggae que escuchaba me hablaban, básicamente, de ir contra el sistema. Ya sea con amor o con rebeldía. Un sistema que propone, como hasta hoy, consumir. Creo que este fue el motivo por el que decidí cambiarme de colegio. Además mi hermana y mis vecinos iban a El Nacional. Su forma de hablar del mismo me cautivaba. Acostumbrada a un colegio chico pasar a uno con 1600 pibes en el recreo me parecía excitante.

Me cambie con mi mejor amiga, vamos a llamarla Lola. Nos acompañamos mutuamente en el proceso de cambio. Fue bueno tenerla a mi lado. Aunque siempre fui sociable un poco me intimidaba tanta gente junta. Recuerdo que iba a 3ero 'E' (ex 9no E) Eso significaba que había, al menos, cuatro terceros más. Y todos los cursos de los otros años.


Hice aliados rápidamente.

Al año siguiente ya no compartía curso con Lola. Debíamos elegir modalidad y elegimos diferente. Ella se fue a Naturales y yo a Sociales. Nos veíamos en los recreos. Empezamos a participar juntas en política. Ambas militábamos por fuera del colegio. Yo en el peronismo y ella en el comunismo. Aunque entre nosotras no había banderas. Pensábamos igual. Empezamos a organizarnos con la finalidad de mejorar las condiciones edilicias del colegio. Pasábamos los recreos 'reclutando' gente para nuestro centro de estudiantes. Así conocimos a un grupo de troskos. Ya se suena despectivo. Ellos, los militantes de izquierda, se lo tomaban con gracia. También militaban más activamente por fuera del colegio. Al igual Lola. Quiero decir, hacían política donde yo hacía ayuda social. Por este motivo cada tanto no llegaban a un acuerdo. Lola por un lado y los troskos por otro tenían una bajada de línea muy marcada. Yo intentaba ser neutral y pensar objetivamente. A mis 16 años sabía bien lo que merecemos como estudiantes. Al menos, ediliciamente. Asumo que venía de la mano de los años en el colegio privado. La cuestión sobre la funcionalidad del sistema educativo como tal la sigo armando y desarmando. Aunque me adelanto un poco diciendo que no lo encuentro para nada 'educativo'.


Así nació 'Aucache'.

Un centro de estudiantes del que era vocal. Formaba parte de la comisión directiva. Por lo que teníamos continuas reuniones con la dirección del colegio. En ese momento con Marisa Gori a la cabeza. Una de mis obligaciones como vocal era comunicar a los alumnos cuales eran nuestras ideas como centro de estudiantes. Tanto previo a las elecciones como luego de ellas. Hicimos un arduo trabajo electoral y fuimos elegidos con una amplia mayoría por nuestros compañeros. Nuestra alegría eran inmensa. Luego nos topamos con la burocracia. Nuestro principal objetivo era mejorar los baños del colegio. Baños que usaban más de 3000 personas por día. Tenían las mismas cañerías del año de su fundación. Vale aclarar que mi madre había hecho el secundario en El Nacional (o Juana Manso), al igual que yo. Ella y todos sus hermanos. Hasta 10 años mayores que ella. En fin. No tenía sentido que desde entonces no haya una reforma edilicia. Con algunos intentos de 'salvar' las inundaciones y los baños 'fuera de servicio' cada tanto 'los arreglaban', superficialmente. Sin embargo a veces solo un baño estaba disponible. Un baño para tantas personas. Cuando no se clausuraba totalmente. Nuestra lucha comenzó, como el sistema obliga, mandando cartas. Llenamos el escritorio del presidente de consejo escolar de ese momento. Fernando Rey no solo no contestaba a nuestras peticiones. Ni siquiera nos leía. Hartos de pedir reuniones. Cansados de exigir ser escuchados. Fuimos varias veces hasta el consejo escolar de San Miguel. El mismo que gestiona todos los colegios públicos del municipio. Nos atendía una secretaria. Siempre nos decía lo ocupado que se encontraba el presidente. La imposibilidad de atendernos. Seguro respondiendo cartas no estaba. Como organización estudiantil le exigíamos que nos explique qué hacía con el presupuesto que el Estado destinaba a los colegios de San Miguel. Ni más ni menos que lo que nos corresponde saber como ciudadanos. Aunque teníamos algunas preguntas más. La directora del colegio nos hablaban de reclamos anteriores, en papel claro, jamás escuchados.

Comenzamos a utilizar métodos más comprometidos.

En principio sacamos a todos los pibes de su hora de clase para accionar con sentadas pacíficas en el patio del colegio. Allí usábamos nuestra voz para hacer parte a nuestros compañeros de los reclamos. Además mi tarea como vocal continuaba. Pasaba casi todos los días a contarles a los pibes como nos daban la espalda. Seguíamos sin respuesta. Nos decidimos por hacer una sentada en el Consejo Escolar. Entramos con bombos y redoblantes. Hicimos un poco de ruido. Nos sentamos en el patio interno del edificio donde 'trabajaba' la persona que no nos daba respuestas. Así fue como conseguimos una entrevista con Fernando Rey. El mismo se presentó unas semanas después a nuestro colegio. Soberbio y viendo su teléfono durante gran parte de la reunión. Nos hablo de su limitación de presupuesto. Nos dijo descaradamente que no era posible mejorar las condiciones edilicias. Un edificio de más de 70 años, por donde pasaron tantas personas. Un edificio que desde entonces tenía las mismas cañerías en los baños. Sin embargo no le hablamos solo de lo deplorable de los baños. Le hablamos de los bancos y de las sillas rotas. De las ventanas sin vidrio en el invierno. De las aulas sin puerta. De la humedad. De que había diez computadoras en la sala de computación, que solo andaban siete. Le hablamos que otras tantas aulas tenían goteras. Le hablamos de los pibes sin clases por falta de organización para los suplentes. Le explicamos nuestra preocupación por los precios del kiosco. Precios que muchos pibes no podían costear. Le hablamos de hambre. De la necesidad de viandas. Le hablamos de la condición socio-económica de la mayoría de nuestros compañeros. De la falta de educación sexual que se traducía en pibas aun más vulnerables. Le contamos sobre las charlas informativas que organizábamos. Sobre nuestro compromiso. Sobre los talleres. Nos sacamos las ganas de decir lo que queríamos pero nos llenamos de bronca ante su indiferencia. Su falta de empatía. Su falta de respeto. Su mirada vacía. Le exigimos que nos muestre en qué se gastaban los fondos destinados a la educación. Nos evadió. Nos trató como chiquitos revoltosos. Nos minimizó.


En ese momento entendimos que hablar no era la respuesta.

No teníamos más opciones. No queríamos redactar más cartas formales. No queríamos ser condescendientes. No queríamos seguir aguantando el desprecio. Nos organizamos. Pusimos el cuerpo para que nuestros reclamos sean escuchados por la comunidad. Comenzamos a tirar volantes por fuera del colegio. Pusimos pasacalles. Hicimos carteles. Necesitábamos el apoyo de los ciudadanos de San Miguel. Sabíamos que si no se involucraban no lograríamos nada. No teníamos la fuerza suficiente. Nos contactamos con pibes de otros colegios. Con otros centros de estudiantes. Comenzamos a organizar una Cooperativa de centros de estudiantes de colegios de la zona. Hablamos con los pibes de las universidades. Con toda la juventud militante sea del partido que fuera. En defensa de la educación pública. Continuaron las sentadas en el patio del Nacional, cada vez más frecuentes. Continuo nuestro apoyo para organizar centros de estudiantes en los colegios periféricos. Nos hacíamos fuertes ampliando nuestra red.


Decidimos salir a la calle.

Marcha estudiantil pacífica en el centro de la localidad de San Miguel. Año 2011

Necesitábamos protección. Adultos que nos escolten a fin de evitar incidentes. Sobre todo con la policía. Los pibes de la comisión directiva de Aucache pertenecíamos a diferentes agrupaciones políticas. Decidimos buscar apoyo de nuestros partidos por fuera del centro de estudiantes. Los primeros en responder fueron los del MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores). Nos prometieron acompañarnos en la lucha sin levantar bandera. Esa había sido nuestra condición. Este reclamo tenía como bandera la defensa de la educación publica. La mejora de las condiciones edilicias para el buen desarrollo educativo de los estudiantes. Era suficiente. Aceptaron acompañar. Nos hicieron de contención detrás de nuestra caravana. Nos proporcionaron seguridad. Algunos de los estudiantes que iban a la cancha hablaron con las barras de River Plate. Nos prestaron bombos y redoblantes. Conseguimos un megáfono. Hicimos nuestras propias banderas. Nos organizamos. Caminamos por las calles principales de nuestra ciudad, San Miguel. Hicimos ruido. Les contamos a los ciudadanos sobre nuestro reclamo. Repartimos volantes. Muchos nos acompañaron y felicitaron. Los agentes de tránsito cortaron las calles por donde marchábamos.


Sabíamos que no sería suficiente.

Como buenos 'chiquitos revoltosos' tomamos una medida necesaria. El responsable de que nuestra escuela se venga abajo era el presidente del Consejo Escolar de San Miguel. El mismo que ocupaba ese cargo hacía años. El mismo que nos ignoró de forma violenta y despreciable. No nos quedaríamos con los brazos cruzados. Había una comunidad que debía saber que había un responsable. Como nosotros, sabrían dónde vivía. Marchamos hacia la casa del mismo Fernando Rey. Quien aún nos ocultaba en qué se gastaba el presupuesto que nos pertenecía. Un largo rato hicimos ruido frente a esa casa amarilla de dos plantas. Tan limpia y arreglada. Seguro su baño no tendría un cartel de 'fuera de servicio'. No había ventanas rotas. Su familia no parecía pasar frío ni hambre. Todos sabíamos que debíamos dejar una marca. Nadie se atrevía a hacerlo. Lola decidió tener el valor. Escribió en la prolija pared lo que nosotros sabíamos y tantos otros ciudadanos no. Desde ese momento sus vecinos sabrían quién era. 'Fernando rey ladrón'. Sentenciaba la letra imprenta minúscula de un aerosol negro en la fachada externa de la casa. La valentía de mí mejor amiga todavía resuena en mí cada vez que debo tomar una decisión importante en mí vida. El no dejarnos pisotear por ser menores de edad. El insistir a pesar del desprecio. El reclamar lo que nos pertenece.

El presupuesto 'personal' de Fernando Rey borró las palabras de la pared poco tiempo después. Sin embargo nunca se borraron de mí mente.

Volvimos al colegio al día siguiente. Felices. Sabiendo que estábamos haciendo lo que debió hacerse hace tiempo. Exponer. Cuestionar. Luchar. Sin embargo no estábamos satisfechos. Esa mañana la directora de El Nacional no estaba tan contenta como nosotros. Nos acusó de vándalos. Como si los ladrones fuéramos nosotros. Nos dijo que nos pasamos de la raya. Porque el lado permitido era el silencio y el rechazo de las cartas enviadas. El abandono en que nos dejaba la burocracia. Ante sus amenazas de disolver el centro de estudiantes nos resistimos. Continuamos luchando. Informamos a los estudiantes a lo que estábamos siendo expuestos. El enojo era colectivo. No había un solo pibe que no esté de nuestro lado. Inclusive los más protocolares. Le dijimos firmemente que las sentadas seguirían hasta que el mismísimo Fernando Rey se digne a escuchar nuestros reclamos. Escucharnos y accionar.


El presupuesto para arreglar los baños del Colegio Nacional de San Miguel apareció, por obra de magia, exactamente una semana después.

Nos entregaron los arreglos de la obra. Nos detallaron el presupuesto. Comenzaron a entubar el baño de hombres. Más comprometido. Luego continuaron con el de mujeres. Nuestro labor daba su fruto. Mi tarea como vocal del Centro de Estudiantes Aucache nunca había sido tan feliz. Comunicar a los pibes que lo habíamos logrado. Dar el mensaje de que el compromiso y la lucha es la respuesta. Darnos valor como estudiantes y ciudadanos. Aprender que organizados somos fuertes. Valorar nuestro espacio. Nuestra escuela. Abrazar la educación pública. Lograr la transparencia de fondos. Ser parte del cambio.

Lo que se logró no fue solo una mejora edilicia. Lo que nos dejó fue un sentimiento de pertenencia. El compromiso que adquirimos. El trabajo en equipo. Es indispensable para mejorar cualquier estructura estatal. Exigir transparencia. Este es el trasfondo de una solicitud formal. Nuestros reclamos fueron despreciados por personas que no sabían de nuestra lucha. Hicimos lo que la burocracia nos demandaba. Fuimos ignorados. Así llegamos a tomar otras medidas. Nadie quiere parar las clases. Nadie quiere cortar una calle. Nadie quiere marchar con miedo. Pedir ayuda a partidos políticos para asegurarse que no te van a reprimir. Nadie quiere exponerse. Sin embargo no te dejan otra opción. Su silencio es desprecio. Sus oídos sordos. Sabemos por la historia de nuestro país y del mundo que manifestarse es la única forma en que se garantizan derechos humanos básicos. Esta vez el derecho a la educación digna.


Expongo mi apoyo a los pibes organizados en CABA al día de la fecha. La decisión de tomar los colegios solo puede haber sido tomada ante la indiferencia. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires persigue a los alumnos y sus familias. Hoy son reprimidos. Soledad Acuña como ministra de educación permite la represión. Mi apoyo a sus reclamos. Educación digna, mejoras edilicias, mejoras de las viandas y pasantías laborales acorde a lo que están estudiando. Ninguno de los reclamos antes nombrados es caprichoso. Deben ser escuchados y las medidas tomadas son comprometidas pero necesarias. Los acompaño desde este lugar. Les deseo fuerza y que no se rindan ante las amenazas. Unidos vencerán. Un día contarán una victoria. Como yo estoy haciendo. Como nos merecemos. En defensa de la educación pública.

 

Como siempre digo estoy abierta a comentarios y opiniones. Gracias por leerme.

¡Hasta luego!

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