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  • Foto del escritorJuliana Galvan

TE INVITO A VIAJAR SIN DINERO

De México a Costa Rica. Te invito a leer algunas de mis experiencias donde tuve que resolver mis necesidades sin tener dinero.


En el 2019, luego de un largo viaje por Latinoamérica decidí volver a casa.

tres mujeres abrazadas despidiéndose
Catia, yo y Maricruz, respectivamente, en el Aeropuerto de San José de Costa Rica.

Hace unos días recibí un mensaje. Lo transcribí al final de este escrito. La emisora fue mi asesora de vuelos en la ciudad de San José, capital de Costa Rica. Para entonces había dormido en el aeropuerto de Panamá. Creía que si me acercaba allí conseguiría un boleto de ultima hora. Esto se traduciría en un vuelo super económico de regreso a casa. "Stand by" es esperar en el aeropuerto hasta que se libere un lugar en algún avión que se dirija hacia tu destino. Nunca ocurrió y los representantes de las aerolíneas me dijeron que no ocurriría luego tampoco. Empecé a buscar en mi buscador de vuelos amigo (skyscanner) y vi que hacia Buenos Aires desde Costa Rica los vuelos salían tres veces menos que desde Panamá. Cargada con mis mochilas de viaje recorrí gran parte de la ciudad de Panamá en buses internos. Exhausta llegué a la terminal de buses internacionales donde tome el que me llevaría a San José. Luego de unas 8 horas de viaje conseguí en dicha capital un hostel relativamente económico. Ansiosa me levanté muy temprano la mañana siguiente. Deseaba volver a casa (y no perderme el desayuno incluido del hostel). Me acerqué a una oficina de turismo para comprar mi pasaje de avión en efectivo, el medio de pago que disponía. Una gran sonrisa me recibió en ese lugar. Luego de buscar y buscar encontró un pasaje, para dentro de 48hs, que coincidía con mi presupuesto. Mi alegría fue inmensa y festeje frente a ella con una gran sonrisa y un enorme Gracias. Debido a mi condición de pago en efectivo solamente pude gestionar una reserva que se concretaría el día siguiente. Debía esperar que abra el banco e ingresar el pago. Para informar cuando el pago esté efectuado intercambiamos números de teléfono con mi asesora, Maricruz . Recuerdo que salí caminando de la oficina con ella. Me pareció una chica encantadora. Charlamos sobre curiosidades de San José, una gran experta en turismo. Le conté cómo había llegado hasta allí y la emoción que me provocaba volver a ver a mis seres queridos. Mi alegría era tal que solo quería festejar. La invité a tomar una cerveza, pues no conocía a nadie más en esa ciudad. Nuestros caminos se dividieron en una esquina y regrese al hostel realizada. Al día siguiente me levante a primera hora, no pude comer nada. Debía ser la primer persona en el banco para pagar mi boleto. Mientras caminaba hacia allí me llego un mensaje de texto. Recuerdo estas palabras como si las hubiesen tatuado en mi memoria. "Tu reserva se ha caído, el avión está completo, no podrás viajar el día esperado pero ven a la oficina para ver que podemos hacer. Maricruz". Mi mundo se derrumbó, un frio corrió por mi espalda y me dije a mi misma: tranquila, algo bueno va a suceder. Me acerqué a la oficina y esta vez me atendió otra mujer. Con igual amabilidad buscaba intensamente nuevos vuelos. Maricruz miraba sentada en el escritorio de en frente lo que ocurría. El tiempo pasaba lento. Me informó que para la fecha que quería viajar el vuelo disponible salía el doble del valor que el pasaje original. Si quería pagar el precio original tendría que esperar un poco más de una semana. Mis lagrimas empezaron a brotar casi sin darme cuenta y eso termino en un descargo emocional que claramente necesita hace tiempo. Lloré desconsolada explicando que no tenía más dinero que el necesario para pagar el vuelo. Estaba en un hostel que no podía costear una semana más y que si lo hacía no tendría para comer. No me importaba las condiciones en las que tendría que estar, lo que realmente dolía era no volver a casa. El día anterior había imaginado en mi cabeza el reencuentro con cada una de las personas que amo. En mi mente la sonrisa de mi hermana que planeaba sorprender en la puerta de su trabajo. Lo mismo haría con mi prima. El tan ansiado abrazo a mi madre y a mi padre, y a todos los que, sin saber que estaba próxima a volver, me estaban esperando. Maricruz se levantó, busco un vaso de agua rápidamente y me miro fijo "lo vamos a resolver", soltó. Cuando pude bajar todas esas emociones Maricruz me comentó que vivía con su madre. Una excelente mujer que no tendría problema de hospedarme en su casa hasta que mi viaje salga la próxima semana. El mundo se volvió un poco más seguro. Mi alma sintió paz cuando entré a esa casa. Catia, la mamá de Maricruz, me envolvió en sus brazos de madre y con una sonrisa me dio un espacio hermoso donde dormir y comer. Tengo muchos recuerdos perdidos de aquel viaje. Sin embargo puedo recordar a la perfección el amor de esas mujeres con sus abuelitos. La dedicación con que los cuidaban, la luz en sus ojos cuando hablaban de ellos. En mi memoria está el olor de las mañanas caminando con Catia por el mercado al aire libre de frutas y verduras. Íbamos a hacer compras y ella, encantadora, me hacía probar cada fruta que no conocía. Sin olvidar comprar mi favorita: la papaya. Todavía atesoro la remera que me regalaron antes de irme. El significado de "Pura vida" que ésta contenía. Dicha expresión es común para los costarricenses o como bien saben llamarse "ticos". Podría decir que tiene sentido, su respeto por la naturaleza y por los demás hacen de la vida pura. Infinidad de momentos hermosos guardo como tesoros. Tesoros que el dinero no puede comprar. Podría estar horas escribiendo sobre las conversaciones que tuvimos con Catia y Maricruz, o como me gusta decirle: Mariluz. Ella fue el foco que me guio en un momento donde todo parecía oscuro. La forma en que me miraban contarles mis anécdotas de viaje... ¡Ay! esas miradas como de quien descubre algo por primera vez. Entusiasmo, curiosidad, alegría y muchas, muchas risas.

Comencé a pensar en cuantas veces había quedado sin dinero durante el viaje. Debo decir que fueron más de las que recordaba. Cuando tomé la decisión de viajar a México no tenía dinero. No es figurativo, realmente estaba en cero. Llegué al aeropuerto de Cancún con 100 dólares que me había prestado Sintia, mi compañera de viaje. Me los dio "por las dudas", claro que le parecía pésima idea no tener absolutamente nada de dinero. Me propuse hacer como si no existiesen esos 100 dólares. Para cumplir mi cometido de entrar al país me puse mi mejor ropa y maquillé mis ojos. Sabía lo estrictos que son y conocía historias de viajeros que los mandaron de vuelta. Daba mi mejor versión de turista declarando en la ventanilla de migraciones 4000 dólares a mi disposición. Los cuales pensaba gastar íntegros en la lista de destinos turísticos que sostenía en mi mano derecha. No los convenció. El empleado de migraciones se fue durante algunos minutos. No puedo decir exactamente cuántos fueron porque parecieron eternos. Sin embargo me propuse continuar con una postura relajada. Debían creerme que estaba de vacaciones. Por dentro moría de miedo. ¿Qué haría si me pedía que le muestre mi supuesto capital? Volvió y selló mi pasaporte sin decir una palabra. El alma me volvió al cuerpo. Al salir del aeropuerto caminé 100 metros costeando el estacionamiento. Hice dedo para salir de allí. Dos amables chicos frenaron, tendrían menos de 30 años y estaban vestidos con ropa de trabajo. Preguntaron a donde iba con intensiones de acercarme. No estaba segura de que responder y dije "al centro de Cancún, quizás", pensando que ellos iban hacia allí. Me respondieron que se dirigían a Playa del Carmen. "Suena bien", pensé.

De mi retina nunca se borrara ese atardecer. Un sol enorme y anaranjado caía sobre la playa que nos acompaño casi todo el camino de ruta. Observé por la ventanilla del asiento de atrás su inmensidad. El mar azul donde parecía derretirse se llenaba de colores. Luego de mil dudas entendí que estaba en el lugar indicado. Me agradecí por confiar en mi instinto.

Era de noche cuando llegamos a destino. Los chicos estaban un poco preocupados por donde pasaría esa noche. Les dije que no habría problema, que buscaría donde y con una sonrisa y un gracias, nos despedimos.

La 5ta avenida de Playa Del Carmen es sinónimo de consumo. Las mejores marcas a precios bajos hace que todos tengan una bolsa de compras en sus manos. Caminé por allí buscando voluntariado, ya que no quería ni podía gastar lo que Sintia me había prestado. Hacer voluntariado es intercambiar trabajo por hospedaje. Hay algunas páginas donde pagas y te haces un perfil para postular (WorkAway por ejemplo). La vieja escuela recomienda caminar el lugar donde querés vivir dándote la oportunidad de quedarte en el lugar que te vibra. Abrirte a lo que te ofrece el camino. Caminé durante horas y que nada surgía. Cambié un poco de dinero para comer. Pedí tacos en un humilde puesto un poco alejado de los lujos de la avenida. La mujer me sugirió algo para tomar a lo que me negué. Aún tenía agua que me había servido en mi botella de viaje en el baño del aeropuerto. Un mordisco fue suficiente para acabarme el agua que me quedaba. Eso fue todo lo que comí. "Te enchilaste" me dijo un argentino que conocí luego cuando le conté ésta anécdota. Cuando pidan comida en México asegúrense de aclarar que no tenga picante.


Las puertas de muchos lugares estaban cerradas.

Creí que no quedaría otra opción que pagar un hospedaje. Una mujer venezolana recepcionista de un hotel al que entré en busca de trabajo se sentó a escuchar mi historia. Me ofreció agua y una mirada de entendimiento. Como muchos saben la mayoría de las personas que migraron de Venezuela no lo hicieron por placer. Ellos saben bien lo que significa estar lejos de casa sin dinero. También preste mi oído a escuchar su historia. Luego de algunas lagrimas y sonrisas, me envió a hablar con su hijo. El muchacho era recepcionista de un hostel a pocas cuadras. Llegué tímida y cansada. La historia parecía repetirse cuando me informó que no había lugar para voluntariado allí. Sin embargo me dejó pasar la noche y me ofreció un plato de comida. Nadie sabe ser más amable que las personas de Venezuela. La noche anterior al entrar a un hostel me dijeron que vuelva mañana porque no estaba el encargado para recibirme. Recuerdo mi primera impresión al entrar. Un pasillo me llevó a un patio interno con camino de pequeñas piedras blancas. Allí un cenote artificial decoraba el lugar junto con mucha vegetación de diferentes tonos de verde. Era un pequeño paraíso para mis ojos. La mañana siguiente agradecí descansar cómodamente. Cargue mi mochila y fui en busca de mi destino. Esta vez me esperaba el encargado del lugar. Ese día empecé a trabajar en el hostel MX de la 5ta avenida de Playa del Carmen. El pequeño paraíso se volvió mi casa. Allí tuve la oportunidad de conocer algunos ángeles y tantos otros demonios. Estos últimos no eran peligrosos solo un poco traviesos. Casi nadie se porta bien en el lugar con la fiesta latina más atrevida de México. Los días pasaban divertidos y acelerados. Trabajé como housekeeper y en el desayuno del lugar. A cambio podía desayunar también y dormir en una cómoda cama bajo un exquisito aire acondicionado. Además disfrutaba del clima que generaba una barra de madera que se encontraba en el patio. Decorada con guirnaldas de colores y luces hacía la previa a los huéspedes. También a los trabadores, ninguno superaba los 30 años de edad y salíamos todas las noches a bailar. Mi amiga llegó a las pocas semanas y consiguió lugar en un hostel cercano. Le devolví su plata luego de conseguir un empleo pago como "jaladora". Mi puesto tenía la tarea de convencer a las personas que caminaban por la 5ta avenida de entrar al local a comprar cremas. En principio me había parecido una idea descabellada. Debía ir a una entrevista de trabajo donde todas las postulantes eran modelos. Una amiga que había hecho entonces me convenció. "Animate! ¿Qué podes perder?" cuestionó certeramente. La entrevistadora no nos miró demasiado como había imaginado que sucedería. Nos asignó un día a la semana a las siete chicas que buscábamos el puesto. Ser simpáticas, ir con un vestido negro y maquilladas. Eso era todo lo que sabía hasta el momento. Yo era el día quinto. Al llegar al local me encontré con vendedores elegantes vestidos de blanco y negro. Algunas sonrisas y otras miradas indiferentes. Una mirada en particular había llamado mi atención. El encargado del lugar se acercó a mi. Al percibir que no entendía una palabra de lo que intentaba explicarme en inglés llamó a una vendedora. Ella hizo de traductora y me explicó lo que debía hacer. En la vereda del lugar, con mi vestido negro y un manojo de muestras de crema debía estar las siguientes cuatro horas. La paga era muy buena por las pocas horas de trabajo. Pensé en la fortuna de las modelos que solo estando allí paradas recibían el triple de paga que un mexicano promedio. Luego entendí que esperaban de nosotras mucho más que una cara bonita.

El encargado estuvo mirándome durante la primer hora. Se acercó felicitándome por mi encare. Me acercaba a las personas con facilidad y lograba tener su atención. Para ese momento creía que todos eran posibles compradores. Encontré la forma de convencer a la gente de que entre al local. El encargado me advirtió que ahora debía aprender a "filtrar" a quienes comprarían de quienes no. La mexicana que me tradujo la primera vez fue quien me dio consejos para entender el concepto. La ropa que usaban, los relojes, las carteras... Todo eso en mi mundo de mochilera era lo mismo. Aprendí que la gente con lo que viste trata de decir quién es y qué es capaz de hacer, con su dinero, claro. Me propusieron ir el día siguiente y mi entrenamiento se intensificó. Como un perro de caza era enviada a acechar a las personas que los vendedores me "marcaban". Me dieron instrucciones prácticas de qué debía decir, cómo y a quién. Estaba adentro. Tuve que aprender algunos speech en inglés por la cantidad de gringos poseedores de gordas billeteras. Las ventas que mis compañeros concretaban significaban un porcentaje para mi que les "jalaba" a los compradores. Esto motivaba mi labor al tiempo que se volvía agotador. Confieso que uno de los vendedores hizo mi día a día más excitante. Todo comenzó en un intercambio de intensas miradas. Por su carácter de vendedor no tardo en acercarse a mi y demostrarme su interés. Maor es israelita. Vivía en un lujoso departamento cerca de nuestro trabajo. Casi no hablaba español y nuestra comunicación era prácticamente imposible. Sin embargo su profunda mirada advertía sin lugar a dudas lo que esperaba de mi. Recuerdo que tomaba sus break en el mismo momento en que yo lo hacía. La primera vez lo vi entrar al café en que tomaba mi juego de naranja y una barrita de chocolate que me devolvían la energía. Era realmente desgastante hablar con tantas personas esperando una reacción de ellos. Entró al lugar buscándome. Cuando me vio sonrió y luego de pedirse un cortado me pidió permiso para sentarse a mi lado. No me sacaba los ojos de encima. Su mirada penetrante me intimidaba. No tenía limites. Aprendió rápidamente cómo decirme en español que me deseaba. Me convenció a las pocas semanas. Desde ese día aparecía minutos antes de mi break con un vaso de juego de naranja y una barra de chocolate. Su sonrisa de dientes blancos y perfectos me invitaba a compartir mi break con él. No bastó mucho más para comenzar a compartirme su cama. La intensidad en que nos deseábamos nos llevó a gastar los break en el baño del lugar. Los encargados estaban al tanto. Lejos de lo que imaginaba eran cómplices de Maor. Nos acomodaban los horarios de forma que coincidiéramos. Eran hombres jóvenes y extravagantes. Todavía me pregunto si estaban al tanto de lo que hacíamos en el baño mientras me pedía que le hable español al oído. Al tiempo compartí una cena típica con ellos donde Maor con su voz ronca cantaba los versos de la "Torá" antes de comenzar a cenar. Algo así como rezar. Otra experiencia maravillosa entre tantas que me dio la costa este de México. Además de su arena fina como la harina de color blancuzco con un mar de agua cristalina.

A los pocos meses ahorré para seguir viaje. Devolví el dinero a mi amiga y Guatemala nos esperó. Muchas veces cuando viajamos sin dinero nos vamos a encontrar con puertas cerradas. Situaciones en que las personas nos rechacen serán cotidianas: no lo tomes personal. El miedo crece con nosotros y por eso no nos atrevemos a hacer algunas cosas. Para muchos no es normal encontrarte haciendo dedo en medio de la ruta, como he hecho tantas veces. Por eso no te miran y pasan. Otros creen que podes causarles algún mal, condicionados por los medios de comunicación. Otros se comieron el verso de la meritocracia: deberías trabajar y pagar tu pasaje. Pues los respeto señores, yo también crecí creyendo que siempre tendría dinero para valerme por mi misma. Cabe resaltar que la mayoría de las veces que hice dedo fue por las experiencias hermosas que podes encontrar en las rutas y no por no tener para pagar un bus. Está en nosotros creer que ese es nuestro destino o devolvérselos para entender que no tiene que ver con nosotros.


Me agradezco no haber desistido. Quedarme en Playa del Carmen aunque muchas puertas se cerraban en mi cara. Este lugar me llevó luego a Costa Rica donde conocería a Maricruz. No sin antes haberme hecho sentir un sin fin de emociones. Lo que realmente importa no es lo que recibís sino lo que das. Sin demonizar el hecho de recibir. Dejarse ayudar es dejar que el otro nos muestre que es lo que tiene para dar. La satisfacción de dar es lo que nos lleva a la felicidad. Leí por ahí que las personas generosas son más felices que las personas que no lo son. Pero, ¿Qué es ser generoso? Para algunos tiene que ver con el dinero, pues no para mi. Pensando en lo que pude dar a cambio a todas las personas que me dieron su apoyo cuando no tenía dinero me encontré con una respuesta reveladora. Muchas personas lo que necesitan no lo paga el dinero, o quizás si, pero ahí estaba yo para cubrir esa necesidad. Necesidad de un oído, de contar sus experiencias o expresar sus emociones sin sentirse juzgados. Una sonrisa, un palabra de aliento que los haga sentir bien. Bailar, conocer a través de mis historias el mundo que tienen cerca pero a la vez tan lejos. Experimentar las comidas, culturas y tradiciones que los viajeros llevamos con nosotros. Así me lo expresó Maricruz en su mensaje de texto: "Me encantó! - refiriéndose a mi posteo anterior - Nunca he sabido que fue lo que tocó mi corazón para abrir las puertas de mi casa a una desconocida. Ahora se que mi casa siempre será tu casa. Que esa decisión ha sido una aventura que atesoro en el corazón y jamás te olvidaré. No nos olvides aunque estés al otro lado del mundo. Acá tienes una familia tica que le pide a Dios que siempre te lleve con bien por todas tu andanzas." Lo que ellas me dieron merece todo mi respeto y agradecimiento, lo que yo les di está expresado en ese mensaje. Jamás las olvidaré. Tantas otras veces he viajado con dinero y no hay una diferencia en esto. Viajar es viajar y hacerlo es, para mi, imprescindible sea de la forma que sea. La posibilidad de elegir que comer, donde dormir y cómo transportarte te da una independencia que es agradable. Cuando no hay otra opción comes lo que te ofrecen. Dormís en camas o sofás que no elegiste. Te trasportas en vehículos que no son tuyos o no son si quiera cómodos. Otros tantos andan a una velocidad que te preguntas si no sería mejor ir caminando. En esos momentos sucede algo absolutamente revelador. Te volves agradecido. Nunca me sentí tan bendecida como cuando encontré esa cama que pensé que podría ser el banco de una plaza. O esa comida que pensé que sería dormirme con hambre. O ese transporte que pensé que no llegaría y no podría conectarme con un nuevo lugar y una nueva experiencia.

Me agradezco por permitirme vivir el momento. Por abrirme a la experiencia porque gracias a esto también aprendí cosas nuevas. Por confiar en mi misma. Interprete de otra forma a la sociedad en que vivimos. Me di la oportunidad de conocer íntimamente a personas de una cultura totalmente diferente a la mía. Me atreví a vivir una apasionante historia sin necesidad de las palabras. Me comuniqué con miradas. Me sentí capaz de todo. En mi opinión la vida es un viaje, una aventura y si no me atrevo a vivirla no tiene sentido en absoluto.

 

Si puedo ayudarte a viajar no dudes en hacérmelo saber. Gracias por llegar hasta acá. Si te gustó leerme ¡Comentamelo! Hasta la próxima.



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